El transcurso
del tiempo es fundamental en la trayectoria existencial de los personajes, como
queda de manifiesto especialmente en El Hechicero.
Paul Ricoeur, al tratar de ofrecer una alternativa a la «descronologización» de los análisis estructurales, analiza el
tratamiento que recibe el tiempo como repetición en muchos cuentos:
Antes de proyectar el
héroe sobre el sendero de la gesta, incontables leyendas lo conducen hacia
algún bosque oscuro, donde se pierde o encuentra alguna bestia devoradora (La
caperucita roja) o bien en el cual el hermanito o la hermanita
ha sido secuestrado por las aves amenazantes (La leyenda de los
cisnes-gansos). Estos episodios iniciales no hacen más que introducir al
héroe o a la heroína en un espacio y un tiempo primordiales que tienen más de
parentesco con el reino de los sueños que con la esfera de la acción. A favor
de esta desorientación preliminar, la cadena lineal del tiempo está fragmentada
y el cuento toma una dimensión onírica, que será más o menos preservada
a todo lo largo de la dimensión heroica de la gesta. Dos cualidades de tiempo
se entrelazan: la circularidad del viaje imaginario y la linealidad de la gesta
en tanto tal[1].
Este mismo tipo de
repetición, de viaje imaginario circular, lo realiza Silveria en El
Hechicero, un viaje que se inicia, precisamente, cuando, al huir de casa de
su amado, se introduce en un bosque, del que, en la oscuridad de la noche, no
puede salir. Como refuerzo del paralelismo con el modelo analizado por Ricoeur,
cabe aducir que la protagonista tiene un sueño misterioso en el que de
alguna manera se le revela su futuro.
También analiza el filósofo el carácter repetitivo del
viaje realizado por el héroe de la Odisea, donde «el carácter de
repetición queda conferido al tiempo por la forma circular del viaje en el
espacio»[2]. También el viaje de Silveria se realiza a través de
una especie de laberinto circular del que finalmente sale para volver a su
punto de partida. Conseguir superar la prueba del laberinto para volver al
origen, para regresar a sí mismo, se interpreta como una forma de crecimiento[3], como
una forma de maduración. Efectivamente, Silveria estará preparada, después de
superar su viaje iniciático, para experimentar el amor.
En este sentido, y, puesto que muchos cuentos de Valera giran en torno
a la experiencia amorosa, es necesario que sus heroínas tengan cierta edad,
así, en El Hechicero se asiste a la transformación de Silveria, que pasa
de ser una niña de once años a una mujer de diecisiete. Igualmente es necesario
que en La buena fama, Calitea cumpla los veintitrés años para que pueda
llevarse a cabo el encantamiento que encierra la muñeca prodigiosa, que
facilitará el éxito amoroso[4]. Al
mismo tiempo, que Calitea sea una joven de edad más madura favorece una
experiencia vital más consciente y una complejidad psicológica mayor[5].
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