Translate

Mostrando entradas con la etiqueta Byron. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Byron. Mostrar todas las entradas

martes, 2 de enero de 2018

Mary Shelley. «Transformation»

Como señalé en mi entrada anterior, el segundo de los cuentos, «Transformation», fue publicado en The Keepsake en diciembre de 1830 para el almanaque de 1831 «by the Author of Frankestein». Allí mismo también publicó otros dos relatos «A Dirge» (pp. 85) y «The Swiss Peasant, a Tale» (pp. 121-146).
     Pilar Vega ha estudiado la fortuna del relato de Mary Shelley en español, al ser traducido, o mejor dicho compendiado y adaptado al contexto español por un desconocido N. P. que quizás pudo leerla en su idioma original en Londres, para trasladarlo luego bajo el título de «El diablo enano», aunque no sería imposible una traducción procedente de otra lengua (Vega 2014, 143-161), y ver la luz en el periódico La Esperanza en sucesivas entregas desde el 13 de octubre de 1839, bajo el marbete de «Leyenda del siglo XIV».
     El enano protagonista, conocido como Guido el Cortés, después de la transformación sufrida en su carácter, fue en su juventud un hermoso y arrogante joven genovés, víctima de un orgullo que no fue debidamente sofocado por su padre, según confiesa el ya escarmentado protagonista, pero para ello hubo de verse en la miseria, después de haber malgastado su herencia en todo tipo de placeres en París y regresar a Génova a malgastar en orgías su escasa fortuna. Para satisfacer su capricho, decide raptar a su prometida Julieta, a quien su padre no quería entregar, a pesar del compromiso prenupcial, a un orgulloso derrochador. Guido no consigue su objetivo y es desterrado. Desesperado, mientras pasea por la playa aparece un enano deforme con poderes sobrenaturales en quien el protagonista reconoce al diablo.
Juliet. Fuente Wikipedia

     Como ha señalado acertadamente Pilar Vega, la aparición satánica, así como el pacto que Guido firma con el engendro diabólico que aparece en la playa por donde pasea Guido intentando encontrar salida a su fastidio y desajuste vital, tiene mucho que ver con el drama The deformed transformed (1824), de Byron y la novela gótica de Joshua Pickersgill Three brothers (1803), que le había servido de inspiración, y que también fue leída por Mary Shelley, de donde precisamente procede el motivo de la transferencia de la deformidad a otro cuerpo.
     Sin embargo, no son estas las únicas fuentes del relato de Mary Shelley. Como indica Pilar Vega, El purgatorio de San Patricio (1628) y El mágico prodigioso (1637), ambas de Calderón, están presentes tanto en la aparición del monstruo satánico que sale de las aguas y ofrece un pacto al protagonista, para lograr su objeto amoroso, como en la manifestación del poder diabólico. Para alcanzar a comprobar la importancia de estas fuentes, el tema del doble y la lección romántica que se hace de ellas, recomiendo tanto la lectura de las obras de Calderón, como la del trabajo de Pilar Vega, «Románticos ingleses en un cuento de La Esperanza (1839)».

miércoles, 23 de abril de 2014

Diario de lecturas. Frasquita Larrea.

Lástima que sus papeles sigan estando vedado al investigador actual. La ley de patrimonio supuestamente no lo permite, pero la realidad suele ser bastante tozuda y algunas personas mucho mas.
      Estoy convencida de que ni el erudito y bibliófilo Juan Nicolás Bühl de Faber, ni Frasquita Larrea, la protagonista de esta entrada, ni su hija Cecilia, Fernán Caballero, lo hubieran entendido ni lo hubieran permitido, porque ella sí negoció con Patrimonio Nacional -y con el Bibliotecario Juan Eugenio Hartzenbusch- la venta de la estupenda biblioteca del germano-gaditano.
      Hubo otros miembros de la familia, cultos y amables, que en los años 70 sí permitieron visitar el archivo, pero desde entonces no ha vuelto a ser posible, así que tenemos que contentarnos con repetir, eso sí, actualizando los datos y reinterpretándolos a la luz del contexto que conocemos ahora mejor lo que ellos pudieron recabar.
     En fin, los apuntes de Frasquita Larrea y, en especial, sus cartas a Juan Nicolás, entonces en Alemania, dan buena cuenta de sus lecturas de aquellos años (1806-1807), que además de la archicitada obra de de Mary Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of Woman With Strictures on Political and Moral Subjects (1792), recorre un amplio abanico de intereses, desde Gilpin, pasando por los papeles públicos que se hacen eco de la marcha de la guerra española y de la política europea contra Napoleón al padre Mariana, Shakespeare, Lady Morgan, Wordsworth, Byron, Ossian, Cervantes, o Calderón.
        Por eso, por su condición de entusiasta lectora, la traigo de nuevo a este cuaderno de bitácora en un día como hoy, con sus papeles entre las manos.

martes, 26 de noviembre de 2013

Tres genios del Romanticismo español (II). Espronceda.

Al hablar de Espronceda, que él considera el tercer genio del Romanticismo, señala: 
«El otro eminente poeta y corifeo del romanticismo ha sido Espronceda. Espronceda, menos fecundo que Zorrilla y que el duque de Rivas, pero más apasionado. Sus versos, cuando son de amores, o cuando la ambición o el orgullo le conmueven, están escritos con sangre del corazón: y nadie negará que este corazón era grande. En él se abrigaban pasiones vehementísimas y sublimes. Espronceda, 


con pensamientos de ángel,


con mezquindades de hombre,



hubiera sido más que Byron, si hubiera nacido donde, y como Byron nació. Espronceda no podía escribir para ganar dinero, alumbrado por una vela de sebo, y en una mesa de pino. Como todo hombre de gran ser, que camina por el mundo sin la luz de una esperanza celeste, necesitaba Espronceda vivir, gozar y amar en el mundo: y los deseos no satisfechos pervirtieron y ulceraron su corazón, que era bueno, y el abandono de su juventud y los extravíos consiguientes llenaron su alma de ideas falsas y sacrílegas. Mas a pesar de todo, la bondad nativa, la ternura delicada de su pecho y el culto y la devoción respetuosa con que se inclinaba Espronceda ante lo hermoso y lo justo, y con que adoraba y se confiaba en la amistad y en el amor, brillan en sus acciones como en sus versos». 

Pero Valera tiene que esforzarse en contrarrestar la idea de que Espronceda no es un simple imitador de Byron.


«Dicen los envidiosos que Espronceda no hace sino imitar a Byron. Yo confieso que le imita en algunas digresiones de El Diablo-Mundo, en el canto del Pirata, y en la carta de doña Elvira, de El Estudiante de Salamanca, que es casi una traducción de la de doña Julia». 

Aun cuando puedan señalarse algunas concurrencias entre una y otra obra, y no creo que el ejemplo de la carta lo sea, salvo la utilización de este recurso dramático y la alusión a las lágrimas que puedan encontrarse en la misma. Lo cierto es que en opinión de Valera, la profundidad del carácter de Félix de Montemar, y, particularmente, la de Elvira es en todo original y de mayor calado:

«[...] estos envidiosos no comprenden o no quieren comprender que D. Félix de Montemar no está tomado de Byron, y vale tanto o más que los héroes de Byron; así como doña Elvira vale más que Medora y que Gulnara, cuando va loca de amor procurando en el jardín al traidor que la olvida, y cuando muere de dolor entre los brazos de su madre, bendiciendo aún la mano que la ha herido de muerte». 

 Valera alude aquí a los Cantos II y III de El Corsario, de Byron. «En dicha obra, Conrado cae en poder de Seïde, el bajá turco. Gulnara se enamora de Conrado, pero éste recuerda todavía a Medora, a la que cree muerta, lo que provoca los celos de la Sultana. El recurso a la mano de la Sultana aparece también en El Corsario, en la Stanza XII del Canto II. En la obra de Byron, Gulnara apuñala a Seïde y libera a Conrado. Tras la muerte de Medora, Conrado se marcha solo». (Cf., «Valera y Byron», en antonio Hurtado, Poesía y paráfrasis).