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domingo, 27 de noviembre de 2011

El patriotismo anticonstitucional de una mujer gaditana: Frasquita Larrea (1775-1838)

Con este título publiqué un artículo hace algunos años en los que observaba cómo el patriotismo que Frasquita Larrea siente nacer en los años de la Guerra de la Independencia fluyen como una manifestación del alma romántica que se siente vinculada a la historia, al aquí y ahora de su raíz patria, al tiempo que combina dicha experiencia personal  con el referente de una literatura política que hunde sus raíces en un patriotismo sentido expresamente desde el feminismo, pues su apunte de viaje dedicado a Chiclana menciona a Lady Morgan,  y concretamente su novela Ida of Athenas, publicada en 1809. Allí Lady Morgan defiende el nacionalismo irlandés frente al dominio inglés, postura que también reivindicaba tanto en artículos y otros textos literarios como en sus tertulias, posicionamiento político que la había hecho objeto de enorme controversia en Inglaterra.
Por otra parte, bebiendo del romanticismo de Schlegel, de las obras de Calderón y Mariana exalta al pueblo español que rinde vasallaje a su rey frente a la soberanía nacional reclamada por los doceañistas.
Esta vindicación de Calderón, absolutamente politizada es la que por estas mismas fechas, Juan Nicolás Böhl de Faber trasladará a las páginas del Mercurio gaditano, en lo que van a ser los preliminares de la conocida «querella calderoniana» (1814) que dará origen a la introducción del Romanticismo español[1], y en cuyo segundo desarrollo del  debate (1818) participará la propia Frasquita[2]. Y así, «Calderón y cierra España –a la filosofía moderna, al materialismo, al utilitarismo, al progreso, al liberalismo, y a los hallazgos de la Constitución»- podría ser, pues, tal vez, el lema del patriotismo de esta mujer y escritora.


[1] Para la revisión de la introducción y posterior desarrollo del Romanticismo en España, y concretamente del papel del matrimonio Böhl de Faber y, luego, de su hija, la escritora Fernán Caballero, es fundamental el trabajo de Derek Flitter, Teoría y crítica del romanticismo español, Cambridge University Press, 1995.
[2] Cf., Marieta Cantos Casenave, «El discurso de Frasquita Larrea y la politización del Romanticismo»,en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº 10, 2002, págs. 3-13.

El lector itinerante

La lectura en red marca no solo el proceso de interacción intelectual y físico que implica la actividad lectora, sino que incluso puede repercutir en los hábitos de lectura de los usuarios y desde luego en la visión misma de la literatura, al añadir, a las experiencias lectoras tradicionales, las desarrolladas en internet, con obras no ya digitalizadas, sino creadas particularmente para este nuevo soporte.
Como señala Morales Sánchez, en el nuevo contexto de lectura en red, el estudio del lector y del proceso de lectura debe tener en cuenta en primer lugar «la posición del lector ante la literatura en red y la consecuente concepción del mundo de lo literario a la luz de las oportunidades posibilitadas por la misma; en segundo, el análisis de los posibles cambios en el hábito de lectura de los usuarios a partir de la utilización del soporte digital y, el tercero, el estudio del concepto de competencia lectora en el ámbito de las obras digitales a partir de la concepción de este tipo de lectura como una modalidad de experiencia lectora que se suma a las ya consagradas e, incluso, interactúa con ellas» [1]


[1] Isabel Morales Sánchez «El lector itinerante: nuevos espacios, nuevos retos», en Salvador Montesa (ed.) Literatura e internet. Nuevos textos, nuevos lectores. Publicaciones del Congreso de Literatura Española Contemporánea, Málaga, AEDILE 2011, pp. 387-402.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Hipertextos e itinerarios de lectura

Si todo hipertexto ofrece varios posibles recorridos de lectura, es decir, que el texto no admite un diseño previo, cerrado y acabado, es fácil entender que se haya identificado el hipertexto con una obra para cuya disfrute el lector debe contar con algo así como un mapa o un libro de instrucciones, siendo este último necesariamente breve y fácil de comprender.

Hipertexto y narración

Evidentemente, existen muchas posibilidades de hipertextos, pero lo cieto es que buena parte de ellas tienden a explorar los caminos de la narratividad, de modo que la mayor parte de ellos se enmarcan en el mundo de la novela o del cuento. Que esto sea así no debe resultar extraño si entendemos que el hipertexto propone varios caminos de lectura que diversifican las posibilidades de la narración.
En su webnovela, Juan José Díez recuerda el precedente de Rayuela de Cortázar que, sin ser un hipertexto, ofrecía al lector un tablero de dirección. Efectivamente, Cortázar proponía dos itinerarios de lectura, una para el lector tradicional, interesado en la trama argumental y otra para aquel lector más avezado, diríamos también más dispuesto a gozar del placer de leer, que implicaba al lector en una aventura nada convencional que indicaba el orden de lectura de capítulos que debía seguir este «arriesgado» lector.

Hipertexto. Algunas definiciones

Habrá que empezar por definir qué entendemos por hipertexto. Para ello, por su incidencia en el lector y el proceso de lectura, partimos de la definición que hace Jaime Alejandro Rodríguez, que considera el hipertexto «un texto electrónico predispuesto a multitud de enlaces y conexiones con otros textos, donde el trayecto o recorrido de lectura está liberado a los propios intereses del lector de turno». A su vez recuerda la definición de George P. Landou, para quien el hipertexto es un tipo de texto electrónico no secuencial, constituido por una serie de bloques conectados entre sí por nexos. Estos nexos pueden conectar no sólo bloques internos, sino textos externos, lo que, de un lado, facilita distintos itinerarios  para el usuario y, de otro, amplia la capacidad de exploración del contexto. A esa característica habría que agregar la posibilidad del lector de interactuar y  modificar el texto, ya sea añadiendo nuevos nexos, ya sea agregando nuevos bloques.           El hipertexto puede definirse, pues, como un «proceso de lectura. Un proceso creado por el lector gracias a las posibilidades combinatorias que le pone al alcance el soporte electrónico que lo produce». En este sentido, conviene recordar que la estructura hipertextual puede influir tanto en el proceso creativo como en el de la lectura. (Borrás Castanyer, 2005).

Lectura y Escritura en la Red (LECRIRED)

Prueba de fuego del «Proyecto de Análisis de la  lectura y de la escritura en la era digital y desarrollo de materiales docentes basados en el hipertexto».



En unos días estaremos mi compañera Maribel y yo en Guadalajara (México) presentando este proyecto en el Primer Congreso de la Red de Universidades Lectoras (1 y 2 de diciembre). Nos hace mucha ilusión darle proyección a esta aventura, que seguro que tiene tanto de quijotesca como de romántica, aunque se desarrolle en pleno siglo XXI. Esperemos que el resultado acompañe.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Juan Valera. El misterio de la creación poética

Como afirma Juan Valera en el artículo titulado «Estética», que escribió para el Diccionario enciclopédico hispano-americano.el poeta, para realizar su misión semidivina, debe contar con un poderoso auxiliar, una criatura superior cuyos poderes maravillosos lo ayuden a descorrer el velo misterioso de la creación; ese auxiliar mágico es sin duda el estro:



Aunque el artista puede ser reflexivo y crítico y razonador, analizando todas sus facultades, apreciando sus obras, y aun examinándolas fríamente, es indudable que impulsado por el estro, y exaltado por el amor, crea cada obra, en lo esencial, de modo tan espontáneo, que es o parece inconsciente, como si no la hiciese él, sino un Dios, un numen, la Musa, otro ser superior que en él asiste, y cuya asistencia se llama entusiasmo, así como la idea, o la esencial [sic] de la obra que este numen sugiere, se llama inspiración.

Sin inspiración y sin entusiasmo no se concibe que haya artista; pero puede haberle sin grande reflexión y crítica, o quedando su crítica y su reflexiva inteligencia de la obra que hace muy por bajo de la inspiración con que la hace.

El cuento El Hechicero plasma muy bien esta imaginería sobre la creación mágica que sostiene al artista. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

El «Quijote» en los pliegos de cordel. La «Tertulia de la aldea» (1768-71, 1782)

La Tertulia de la aldea es una miscelánea que incluye esencialmente material narrativo, y que como señala en su título, reproduce un marco coloquial, recurriendo al artificio de reunir en torno a la cocina de una casa de la vecindad, la de Antón Terrones, a una serie de narradores que puntualmente contribuyen con un cuento o una historia al desarrollo de dicha tertulia. Llegará la fama de la reunión hasta tal punto que el cura, el médico y el barbero que habían asistido la primera noche, «quedaron tan pagados de los sucesos, aventuras y chistes, que desde luego se constituyeron tertulios y cofrades de aquella junta, prometiéndose, a traer su caso de cuento, suceso o aventura a la asamblea como uno de tantos» 

 Los miembros que frecuentan la reunión además de los citados, son un hidalgo y un escribano que completan la representación de la sociedad rural. Eso explica que los contertulios disfruten particularmente con los cuentos jocosos, tal como se encarga de subrayar el narrador:

«Muy gustosos  habían quedado de la noche antecedente los señores tertulios; y picados los nuevamente nombrados del chiste, y gracejo precedente, venían muy bien pertrechados con suceso [sic], aventuras y cuentos, el señor Cura, el hidalgo Benavides, y el tío Agustín Redondo; porque ya entre los mantenedores de la asamblea había entrado un género de emulación, que todos se esmeraban en leer, y estudiar en sus mamotretos con una sana competencia, sobre cual a cual se habían de exceder en lo singular de los sucesos, y especial y chistoso de los cuentos» (Tertulia de la aldea, Pasatiempo XI).
Lo más curioso de esta obra, cuyo título completo es Tertulia de la aldea, y miscelánea curiosa de sucesos notables, aventuras divertidas y chistes graciosos, para entretenerse las noches de invierno y del verano, es que en ella se compendian algunos episodios del Quijote, algunas de las Novelas ejemplares de Cervantes, así como historias variadas -raras, ejemplares, horribles, de santos, y otras, en la misma línea que Hilario Santos Alonso había ofrecido en otra obra anterior[1]-, junto con los cuentos jocosos a que me he referido antes, como él mismo señala:


«Lector mío, habiendo concluido con las Historias Sagradas y Políticas, y deseando tu diversión honesta, cristiana y divertida, he determinado ahora darte una Miscelánea curiosa de Sucesos, Aventuras, y Christes [sic] graciosos, en que puedas ejercer el tiempo desocupado, y divertir a tus amigos en las conversaciones y Tertulias; que por eso te intitulo dichas Misceláneas con el sobrenombre de Tertulia de la Aldea. En ellas, encontrarás algunas moralidades muy provechosas para el alma, que aunque graciosas y divertidas, no carecen del fruto debido. Daránse periódicamente, como se han dado las Historias, y al precio de un real en cuatro pliegos, en la misma imprenta de Don Manuel Martín»[1].




El éxito de esta obra fue tal que, tras la edición de 1768, volvió a imprimirse en la década de los ochenta y, en esta ocasión, figura como autor José Manuel Martín, y la imprenta de Manuel Martín[2].


[1] Cf., Marieta Cantos Casenave, Antología del cuento español del siglo XVIII, Cátedra, Madrid, 1995.
 

[2] Cf., Colección de varias historias, así sagradas como profanas, de los más celebres héroes del mundo y sucesos memorables del orbe, Madrid, Manuel Martín, 1767-1768, 2 vols.











miércoles, 23 de noviembre de 2011

El «Quijote» y «quijotismo» en la prensa del Setecientos (II). El Argonauta español

También el cirujano de la armada, Pedro Gatell, autor de El Argonauta Español (1790), se apuntó a la moda del quijotismo, es decir, adoptó una actitud desengañada ante  las costumbres coetáneas de sus paisanos y se dedicó a tratar de corregirlas a través de la sátira vertida en su periódico:
«día vendrá en que saque los colores a muchos, pues lo considera preciso e indispensable para desfacer agravios, y para pro y bien de la república, únicos agentes que le obligan a escribir, como al Caballero de los Leones el haberse metido a andante».



Además del uso de la sátira moderda, sin acritud, al estilo cervantino, y de otras concomitancias, en el «Discurso XXI. Medicina» el Bachiller sueña que su biblioteca de medicina sufre un escrutinio similar a la de don Quijote: «Soñó días pasados el Bachiller Argonauta que se había vuelto don Quijote, con la diferencia de que si al Caballero de la Triste Figura le habían trastornado el juicio los descomunales libros de caballería, al Bachiller los de la medicina», El Argonauta español, número 12.
Por otra parte, gozaba ya de fama entre sus contemporáneos por haber publicado un año antes La moral de Don Quijote. Allí, al declarar los motivos que le indujeron a escribir la obra, dice el cura:

«¿Acaso –decía en mis solas– convendría más o sería más útil haber expuesto los hechos y discursos de don Quijote de la Mancha, del Caballero de la Triste Figura, de los Leones, etc., que las de Alonso Quijano, el Bueno? No, por cierto, pues que aquellas eran producciones de un delirante ciego y loco, y éstas son partos de un entendimiento sano, juicioso y, lo que vale más, escarmentado».

Animado por el éxito de esta obra publicó en 1793 La Moral de más famoso escudero Sancho Panza, con idea de utilizar los personajes cervantinos para defender su el orden social que él considera justo: : «Mi objeto no es otro sino que se instruyan los que lo necesitan en la virtud; que se desengañen muchos de los quijotes y sanchos del día y que, lejos de imitar a aquellos dementes y fuera de juicio, los imiten cuerdos y ejemplares».
 

martes, 22 de noviembre de 2011

El «Quijote» y «quijotismo» en la prensa del Setecientos (I). El Amigo del Público

Como señala Aguilar Piñal, el siglo XVIII es el gran siglo del Quijote y, aunque popularmente se entiende como un libro básicamente cómico, además de su estima como obra paródica, de su carácter de como sátira de los libros de caballería, también suele apreciarse la novela cervantina como utopía social. Don Quijote como vengador los abusos cometidos contra los más débiles.

El abogado Juan Antonio Aragonés, en el «Discurso Tercero» de su periódico El Amigo del Público (1763) se distancia de la lucha que mantiene muchos eruditos y críticos contra el teatro que más gozaba del favor popular y así denuncia:  

«A este Cavallero andante [Don Quijote] estan empeñados muchos en imitarle à pie quieto, pues veo, que se las tienen tiessas con los muertos, riñen à cuerpo descubierto con las Comedias, y luchas acerrrimmamente desde su quarto con los Toros; y no se passarà mucho, sin que peguen tambien con los Tyteres, pues han dado en la quimera, que nos han de privar en un todo nuestras diversiones, sin hacerse cargo, que un Pueblo Apoderado de la ociosidad, puede con su cavilacion ocasionar gravissimos disturvios, y causar los daños, que se han experimentado varias veces: no se puede negar, sin dexarse llevar de la passion, que nuestras Comedias tienen sus defectos; pero tambien debemos confessar, que con ellos se consigue el un fin de los dos, para que se establecieron.»

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cervantes y el cuento de tradición oral

          Como recogen varios estudiosos, el término cuento procede del latino computum (cómputo, cálculo). Del sentido primitivo de enumerar objetos se pasó al de enumerar hechos. 
         Contar, en el sentido de «narrar», «relatar» es  frecuente en los textos castellanos más antiguos. Se documenta en el Poema de mío Cid, el Sendebar, los Milagros de Berceo. En el Quijote (I, XX) aparece con ambas significaciones en el famoso cuentecillo de las trescientas cabras que un pescador debía cruzar al otro lado del río Guadiana. Pero la voz cuento no aparece, encontramos los términos fábula, fabla, fabliella, ensiemplo, apólogo (fábula), proverbio, castigo (ejemplo, advertencia, enseñanza), estoria, etc; éste último con el sentido de invención, frente a la narración tradicional (Juan Paredes Núñez, Mª Jesús Lacarra).
          De que Cervantes era gran conocedor de los cuentos populares que circulaban en su tiempo, no hay la menor duda. Como señala Rodríguez Almodóvar, «Muchas veces son cuentecillos de los de andar por casa, como el que Sancho le cuenta a su amo en el capítulo XX, para consolarle de no poder emprender de noche una nueva aventura, dado que Rocinante se niega a caminar (en realidad, lo que ocurre es que Sancho lo ha amarrado con el cabestro de su asno). Se trata del cuento de pega, o de nunca acabar, de aquel cabrero que concertó con un barquero portugués que le pasara al otro lado de un río las trescientas cabras que llevaba, y cómo cada peripecia acaecida en el traslado suponía el paso de una de ellas, hasta hacer interminable el recuento y, por ende, el cuento, para desesperación de don Quijote».
           Un cuento de tradición oral, pues, que se relaciona con el mundo infantil, y que tiene como función entretener, distraer, a los niños. Este cuento cumple la misma función en el Quijote, Sancho, que tiene una gran experiencia como narrador, trata de entretener a Don Quijote que no puede conciliar el sueño —precisamente lo que debe hacer Don Quijote es contar cabras, como otros cuentan ovejas para dormir—, al tiempo que el propio Sancho se distrae y conjura así su miedo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Novalis


El barón Georg Philip Friedrich von Hardenberg, Novalis (Oberwiderstädt, 1772 - Weissenfels, 1801) era el hijo segundo de una numerosa familia protestante. Estudió Derecho y se interesó por la filosofía, la geología, las matemáticas, la historia y las ciencias ocultas. Producto de este eclecticismo son los Fragmentos, intuiciones  a un tiempo estéticas, filosóficas, religiosas, científicas y políticas, publicados en la revisa Athenaeum, la revista de Friedrich Schlegel.






En un viaje de trabajo por las salinas de Weissenfels en 1794, se enamora de Sophie von Kühn, adolescente de trece años, con la que se compromete en secreto y que moriría dos años después de tuberculosis. En 1797 comenzaría a escribir sus Himnos a la noche, pero aunque Sophie está presente, la obra es algo más que una elegía. Es una reelaboración de su visión místico-filosófica del mundo, basada en el triunfo del amor sobre la muerte y la concepción del poeta como un mago y vidente que, a pesar de su intuición, recibe la sabiduría de la noche. Los Himnos a la noche inician el género del poema en prosa.
Antes de su muerte en 1801 escribió los Cánticos espirituales, su mejor obra mística, y dejó inconclusas dos novelas Los discípulos en Sais y Heinrich von Ofterdingen.

Esta nota y los textos de Noavlis que aparecen en este blog proceden de los Himnos a la nocheCánticos espirituales. Seguido de una selección de Fragmentos, en edición de Américo Ferrari y traducción para los Fragmentos de Fernando Montes, para Círculo de Lectores (Barcelona, 2001).

Novalis. Fragmentos. Relatos

Relatos sin coherencia, pero con asociación, como los sueños, etc. Poemas -simplemente armoniosos y llenos de bellas palabras- pero también sin sentido ni coherencia -a lo sumo algunas estrofas comprensibles- deben ser como simples fragmentos de las cosas más diversas. La verdadera poesía puede tener a lo sumo un sentido alegórico en su conjunto y un efecto indirecto, como la música, etc. -Por eso la naturaleza es puramente poética- y tambén la habitación de un mago -de un físico- la habitación de un niño -uina habitación encantada y una despensa.

Novalis. Fragmentos. El cuento.

El cuento es en cierta forma el canon de la poesía -todo lo poético ha de participar de la naturaleza del cuento. El poeta invoca al azar.