Translate

jueves, 30 de abril de 2015

La Metamorfosis de Kafka, ilustrada para Círculo de Lectores.

     La reciente conmemoración del Día del Libro me permite traer a este cuaderno la magnífica edición de la famosa obra del escritor praguense, Fran Kafka, realizada por Círculo de Lectores con motivo del centenario de la publicación de La Metamorfosis. El recuerdo de su sugerente lectura en los años del bachillerato me hizo adquirir esta edición bellamente ilustrada por Charris, Ana Juan MP & MP Rosado, Gino Rubert y Fernando Vicente, que, además, reproduce en su cubierta el grabado impreso por MM. Renard, Martinet et C. en la edición parisina de 1849.


MP & MP Rosado
       La segunda ilustración, que precede a estas lineas, se debe a los artistas isleños MP&MP Rosado, que tanto se ocupan de analizar la influencia del espacio sobre el ser humano, cuestión evidentemente presente en la obra de Kafka.
       Magnífica ocasión de compaginar cuestiones estéticas, filosóficas y antropológicas que tanto determinan nuestra mirada actual.

lunes, 27 de abril de 2015

Un artículo de Larra para la Educación Secundaria.

     El año pasado los alumnos de Secundaria de un Instituto de mi ciudad leyeron un artículo de Larra, «El Día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio», que fue publicado en El Español, n.º 368, 2 de noviembre de 1836, es decir, precisamente con ocasión de la festividad de los difuntos.
Aprovecho ahora este artículo para ver de qué manera se puede realizar un acercamiento a la literatura utilizando medios distintos a los tradicionales, como sucede con este blog.
    Creo que es uno de esos artículos que permite una fácil conexión con los estudiantes, particularmente ahora que, si bien la tradición del día de Difuntos parece olvidarse entre los jóvenes de hoy, en cambio, se celebra Halloween.
    Larra acompaña su artículo con una cita en latín: Beati qui moriuntur in domino, frase procedente del capítulo 14 del Apocalipsis que se traduce como Dichosos o bienaventurados los que mueren en el señor y continúa opera enim illorum sequuntur illos. Es decir se refiere a quienes han obrado bien y serán juzgados por sus buenas obras.
     El artículo parte de una ironía sobre la poca memoria que tienen muchos de lo que han dicho o lo que otros han hecho, lo que le permite desdecirse o dejar de recordar que alguna vez aseguró vivir en perpetuo asombro. En la actualidad el asombro ha sido sustituido por la incomprensión por todo lo que ve. El tono pesimista y desolado se tamiza con alguna alusión humorística como la referencia a la obra teatral El califa de Bagdad.
     De la incomprensión Larra pasa a la duda en el párrafo siguiente, donde reflexiona sobre la melancolía que llegó a abrumarle el día anterior, festividad de Todos los Santos, a pesar de haberse encomendado a ellos, dice de nuevo irónicamente. Para dar idea de la melancolía que le abruma, Larra pondrá algunos ejemplos que reaparecen en otros artículos suyos, particularmente en «La nochebuena de 1836»: el hombre que cree en la amistad, el que cree en el amor, los que confiaron en el tesoro del Estado, en la Constitución, en la libertad de imprenta y en otros tantos valores espirituales o materiales que han resultado ser mera quimera, simple ilusión.
En medio de la desazón por tan tristes reflexiones e inquieto, porque cualquier gesto parece hablarle de la muerte, el tañido de campanas le recuerda el Día de Difuntos. Decide entonces sacudir su agotada melancolía y salir a la calle para servir de diversión a los transeúntes. Contempla entonces cómo todo Madrid se marcha de la ciudad para acudir al cementerio, sin darse cuenta de que la ciudad es un cementerio viviente y que los únicos vivos son los que descansan en el cementerio, porque ellos pueden gozar de la única paz y libertad posible, porque solo obedecen a la ley de la naturaleza que dicta la hora de la muerte. Ese descubrimiento le produce un terrible vértigo:

Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario.

El paseo por el cementerio es, en realidad, un recorrido por distintos lugares de Madrid que evidencian la postración en que se halla la ciudad y la España toda. La pesadilla acaba por sepultarlo todo:

«¡Fuera –exclamé– la horrible pesadilla, fuera! ¡Libertad! ¡Constitución! ¡Tres veces! ¡Opinión nacional! ¡Emigración! ¡Vergüenza! ¡Discordia!» Todas estas palabras parecían repetirme a un tiempo los últimos ecos del clamor general de las campanas del día de Difuntos de 1836.

Con las campanas parecen morir toda posibilidad de que la Libertad, la Constitución se hagan realidad y que la discordia nacional o el exilio desaparezan. Por este motivo, como en «La nochebuena de 1836», cuando Larra quiere escapar del cementerio y refugiarse en su corazón, descubre en él otro sepulcro donde se halla enterrada la esperanza.
         Ningún resquicio a la ilusión, ninguna posibilidad de aferrarse a la vida. El consuelo es solo una palabra vacía a la que ya no es posible amarrarse.
          Tal vez cabe añadir que Larra era un Quijote que murió cuando se dio cuenta de la locura que suponía creer en que los españoles serían capaces de superar sus diferencias y que esta lectura debe hacernos pensar que vivir significa luchar por nuestros ideales y que, frente a Larra, es preciso creer en que toda acción, por pequeña que sea, puede cambiar el mundo.

Editorial Nova, Buenos Aires, 1943.

miércoles, 22 de abril de 2015

Casinos, tabernas, burdeles: ámbitos de sociabilidad. Córdoba, 23 y 24 de abril.



Nos vamos a «sociabilizar» a Córdoba. ¡Qué alegría poder compaginar investigación y ocio en una ciudad encantadora!


Renovar recuerdos de infancia, disfrutar con los colegas y amigos, aprender y conversar alrededor de un magnífico y atractivo programa coordinado por nuestra compañera y amiga Eva Flores  y en un espacio de lujo, el Real Círculo de la Amistad de Córdoba (Liceo Artístico y Literario), con visita incluida al Archivo Histórico Provincial de Córdoba para conocer una exposición de los fondos que alberga sobre la vida social cordobesa.         
        
Por lo que a mí respecta, charlaré sobre «Sociabilidad y espectáculos ópticos-pintorescos».
Aprovecho para agradecer su generosidad a los organizadores así como a las colegas y amigas Carmen Pinedo y María Zozaya, por sus respectivas, intestimables y enriquecedoras, aportaciones.

domingo, 5 de abril de 2015

Una máquina astronómica en la posada del Cañón de Oro

El Diario Mercantil de Cádiz iniciaba su andadura el 1 de noviembre de 1802 y, además de ofrecer las noticias económicas que eran del mayor interés para la ciudad, también incluía desde sus comienzos los avisos sobre los espectáculos públicos que se brindaban a los gaditanos.
     En este de primeros de diciembre, se anuncia una obra de Calderón, seguida de sainete y tonadilla, pero me interesa comentar aquí la máquina que se exhibía en la Posada del Cañón de Oro.

Diario mercantil de Cádiz. 2-12-1802
     Era frecuente que estas diversiones combinaran la utilidad de la divulgación científica o técnica y el entretenimiento y solían ofrecerse al público en pequeños locales, como el de esta posada en la calle Comedias.
     Como recuerda Varey, Francisco Morales Sotomayor dice ser el inventor de la máquina astronómica exhibida en Madrid en 1795, primero ante el rey y luego al público. Se trataba de un modelo mecánico del universo que incluía el planeta Urano descubierto en 1781 por Herschel y conocido por el nombre del descubridor en la época.
     Quizás fuera esta misma máquina la que se exhibía al público gaditano, y que podía contemplarse en la posada del Cañón, ahora ya a mitad de precio. Esta entrada incluía también la posibilidad de disfrutar con las figuras autómatas que tanta admiración despertaban en los hombres del XVIII; figuras que, por cierto, pueden seguir contemplándose en algunas ciudades europeas y cuyo ingenioso mecanismo sigue cautivando a los paseantes.