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lunes, 10 de agosto de 2015

Constancia de la Mora, «Doble esplendor». Autobiografía de una mujer española (1906-1923) (III). La cuestión catalana.

Proclamación del Estatut en 1934. Fuente: S.I. de Investigadores del Fascismo.

     La verdad es que con todas las limitaciones de una autobiografía, las páginas de este libro, al que he dedicado otras entradas anteriores, no tienen desperdicio. Las vivencias de Constancia de la Mora, republicana, de origen aristocrático, resuelta a garantizarse su independencia económica, que profundiza en su ideología republicana al poderse casar, una vez que la República aprobó las leyes del divorcio, con el aviador Ignacio Hidalgo de Cisneros y que lucha denodadamente al lado de las víctimas del fascismo, constituyen un relato fascinante. Ahora que tanto se habla de la cuestión catalana, me parece súmamente acertada la visión que ofrece del problema catalán a la altura de 1931:
     «La cuestión de Cataluña era, a pesar de todo, menos compleja que otras con las que tuvieron que enfrentarse las Cortes. Durante varias generaciones, los catalanes habían soñado obtener su automomía; pero a veces estos mismos sueños habían sido utilizados para sus propios fines, por políticos que deseaban tener en sus manos al pueblo de aquella región, tanto para explotarlo como para que pesase más del lado de la reacción en España. Con el nuevo régimen, Cataluña podía ondear su bandera y hablar su idioma. Algunos meses más tarde las Cortes de la República aprobaron el Estatuto, que la había de regir en Autonomía. El verdadero pueblo de Cataluña no quería separarse de España. El proletariado catalán comprendía demasiado bien que, si hasta entonces había sufrido explotación, de ésta eran responsables tanto o más que el Gobierno central de España, los grandes industriales y financieros catalanes, que fueron los que llamaron a un Martínez Anido y pusieron en el Gobierno a un Primo de Rivera. Al fin y al cabo la Monarquía había oprimido y desgobernado por igual a los pueblos de todas las regiones de la península.
     Los Ministros del gobierno Provisional que se trasladaron a Barcelona, en los primeros días de la Repúbica, para entrevistarse con Francisco Macià, el "abuelo" de los catalanes, fueron recibidos en todas partes con grandes muestras de simpaía y entusiasmo. No había ningún motivo para que los pueblos de España no permanecieran fraternalmente unidos en un régimen de libertad y democracia».
      Más adelante lamentaría que estos nacionalismos hubieran enfrentado y terminado por dividir a España en unos momentos en que lo fundamental habría sido la lucha contra el fascismo.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Constancia de la Mora, «Doble esplendor». Autobiografía de una mujer española (1906-1923) (II).

     El capítulo III de Doble esplendor sobre el que ya hablé en otra entrada anterior es, sin duda, muy atractivo. Se nota que Constancia de la Mora lo ha cuidado y mimado y que se ha documentado para complementar sus vivencias con datos que respalden sus juicios. Así sucede cuando ofrece los datos estadísticos de 1935 sobre la distribución de la tierra, tres años después de aprobada la Ley de Reforma Agraria en España. Las cifras son elocuentes:
     - Gran propiedad (Fincas mayores de 200 Hectáreas) 7.468.029 hectáreas.
     - Mediana propiedad (Fincas de 10 a 200 Hectáreas) 2.339.957 hectáreas.
                                       (Fincas de 10 a 100 Hectáreas) 4.611.789 hectáreas.
     - Pequeña propiedad (Menores de 10 Hectáreas) 8.014.715 hectáreas.
Constancia de la Mora y Zenobia Camprubí en una foto de los años 30. Fuente: El Cultural de El Mundo.

     «De este modo —asegura—, el 33% de la extensión TOTAL de España se encontraba en manos de terratenientes, en su enorme mayoría absentistas, que vivían en las grandes ciudades, de las rentas de sus tierras».
Pero «la resistencia de las clases privilegiadas» a la  la Reforma Agraria proyectada fue casi invencible. «No se avinieron a sacrificar un ápice sus posiciones egoístas» —afirma— y los campesinos se quedaron esperando la tierra prometida por la República.
     Del problema del ejército, Constancia de la Mora acusa directamente a Azaña, porque sus medidas que en teoría debían favorecer el retiro de los jefes y oficiales «se hizo al albur y según la voluntad de cada uno, sin tener en cuenta ni la capacidad ni los sentimientos políticos de los interesados», de modo que solo unos pocos de los desafectos a la República se retiraron y lo hicieron con el fin de «influir cada vez más en la política y empleando sus interminables horas de ocio en conspirar contra el régimen que tan generosamente les había asegurado el sustento».
     Más adelante se refiere a las dificultades de resolver el problema de la Iglesia y la separación del estado, pues la Iglesia era rica y poderosa. Las órdenes religiosas controlaban la educación, no había suficientes maestros «republicanos» preparados. Los Jesuitas eran dueños de minas, líneas de navegación, de compañías elecxtricas, de ancos, hoteles, periódicos, estaciones de radio, ferrocarriles y tranvías». Con una parte de ese capital, la Compañía de Jesús financiaba la Confederación Católica Nacional Agraria que contaba con «setenta publicaciones periódicas y de cinco diarios» dedicados a impedir que los campesinos se uniesen en sindicatos.