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viernes, 10 de marzo de 2023

Los Episodios de Trafalgar y Cádiz en las plumas de Frasquita Larrea y Fernán Caballero




Dentro de la Colección Bicentenario, promovida por nuestro Grupo de Estudios del Siglo XVIII y la Diputación Provincial de Cádiz, publiqué un conjunto de textos en los que Frasquita Larrea y su hija Cecilia Böhl, Fernán Caballero, daban testimonio de los acontecimientos ocurridos durante la batalla de Trafalgar (1805), las Cortes de Cádiz y el breve Trienio Liberal.

    El citado volumen, Los Episodios de Trafalgar y Cádiz en las plumas de Frasquita Larrea y Fernán Caballero (2006), lleva un estudio introductorio de unas 70 páginas en el que abordo las figuras de Frasquita Larrea y Cecilia Böhl, realizo un acercamiento al recorrido literario desde Trafalgar a Cádiz. Analizo los textos encuadrándoles entre la épica y el patetismo sensible, realizo un examen del episodio primerizo de Cecilia Böhl a Trafalgar, aún no había utilizado el seudónimo masculino que le dio la fama, añado una noticia bibliográfica sobre los textos, ofrezco una somera bibliografía y comento algunas claves de la edición.

    Ahora, conforme a la Política de acceso abierto (OPEN ACCESS), y Transferencia de nuestra investigación, nuestro Grupo ha iniciado una serie de actuaciones para que los investigadores interesados y el público en general pueda acceder a algunos de estos libros.

    En el siguiente enlace pueden leerse tales testimonios.

Una breve semblanza de Frasquita Larrea puede leerse en mi trabajo para Edi-Red en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

miércoles, 9 de marzo de 2022

Capitanas. Agencia femenina en la escena cultural andaluza, Sevilla 9-11 marzo de 2022

El 9 de marzo se inauguran estas jornadas en Sevilla con un programa muy sugerente y atractivo en el que se tratará de poner en valor la actividad de las mujeres en distintos campos artísticos.

En esta primera sesión esta actividad tiene mucho que ver con la desempeñada alrededor de los conventos, lugar que se convirtió para muchas mujeres en espacio de libertad.

Así desde la Edad Media repasaremos la actuación de mujeres que con su mecenazgo apoyaron las artes y también la religión, contribuyeron a potenciar y engrandecer el patrimonio de las ciudades, cambiaron incluso su geografía urbana, escribieron sus vidas, como nos recordará la Dra. Beatriz Ferrús o se convirtieron en escultoras, más allá de la Roldana Juan Antonio Sánchez López.

En mi caso, abordaré la figura de Frasquita Larrea, de la que recientemente Montero ha aportado nuevos datos sobre su relación con Chiclana en su libro Un paseo por Chiclana a través de su historia (Palitroque, 2020). En esta ocasión, abundaré en el interés que tiene la vinculación de Frasquita con la cultura irlandesa, particularmente con la escritora Lady Morgan y sus Patriotic Sketches of Ireland (1807).

 Allí estaremos, bien acompañadas para recordar a las muchas artistas que yacen en el olvido.



jueves, 22 de abril de 2021

«Tertulias, tabernas y cafés del Cádiz liberal» (III)

Cuarta etapa. Consulado Viejo.

Museo de las Cortes de Cádiz


Para esta ocasión, voy a limitarme a anotar lo que evoca Antonio Alcalá Galiano, en Recuerdos de un anciano (1913) sobre la tertulia de Frasquita Larrea, de quien puede leerse más información en mi blog Doceañista

En esto apareció una tertulia de igual naturaleza, pero en que predominaban opiniones diametralmente opuestas. La de la señora doña Francisca Larrea, mujer del ilustrado alemán D. N. Böhl de Faber, literato, buen escritor en nuestra lengua y apreciabilísimo, visto a todas luces. Su mujer, a quien acababan de dar licencia los franceses pan pasar a Cádiz desde Chiclana, donde residía durante los meses primeros del sitio, era literata y patriota acérrima pero de las que consideraban, el levantamiento de España contra el poder francés como empresa destinada a mantener a la nación española en su antigua situación y leyes, así en lo político como en lo religioso, y aun volviendo algo atrás de los días de Carlos III, únicos principios y sistema, según su sentir, justos y saludables. Fui yo presentado en casa de la señora de Böhl; pero por mil razones no hube de agradarle, ni ella por su parte, a pesar de su mérito, se captó mi pobre voluntad.


Amalia Vilches, Beatriz, Good Books. 


Quinta etapa. Plazuela y Café de Orta.

    Para esta penúltima etapa, que nos introduce en una recoleta plaza donde se situaba un famoso café, con contertulios algo ruidosos, acudiremos a la novela de Amalia Vilches, Beatriz. En ella, su autora nos asoma a la vida de una «amazona», así la denomina su autora en la novela, una mujer joven, decidida y valiente que, como muchas durante la Guerra de la Independencia, y las conspiraciones que se desarrollaron durante el Trienio Liberal, arriesgaron su vida en pro de la Libertad (2020: 6): 

Paseaban por la calle Ancha y se entendían perfectamente a pesar de la diferencia de edad. Antonio [Alcalá Galiano]no tendría más de veintiséis y don Juan Cevallos pasaba de los cincuenta. Las tiendas estaban a punto de cerrar. […]. —A Pepe Rodríguez, el gallego, el dueño del café Orta, [el gobernador Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal] le ha llamado la atención por no estar todo lo atento que debía en la iglesia […]. Antonio se acomodó a su lado. Tenían enfrente, en la esquina con la calle Veedor, la casa de los Istúriz. 


Sexta etapa. Plaza de San Antonio (Continuará). 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Lo pintoresco de Addison a Gilpin

Para Burke, lo sublime y lo bello son contarios, lo sublime asombra e incluso asusta, mientras lo bello agrada y activa las fuerza vitales, que lo sublime suspende para crear mayor emoción. Todo lo terrible, las penas que están en el origen o en la supervivencia y causan dolor y miedo son las únicas capaces de excitar lo sublime. Entre uno y otro extremo está lo pintoresco, aquello que por su novedad o extrañeza es capaz de agradar, incluso lo monstruoso, pues sirve de alivio al tedio de nuestra vida cotidiana. Addison en The Spectator (25.6.1712) elogió la naturaleza salvaje, en contraposición a aquella que ha sido modificada por «los delicados toques y adornos del arte».  «Todo cuanto sea nuevo o singular contribuye no poco a diversificar la vida y a divertir algún tanto el ánimo con su extrañeza: porque esta sirve de alivio a aquel tedio de que nos quejamos comúnmente en nuestras ordinarias y usuales ocupaciones. Esta misma extrañeza o novedad es la que presta sus encantos al monstruo y hace agradables las imperfecciones de la naturaleza»[1]
        Por su parte, Gilpin había iniciado sus viaje por el río Wye, los paseos por Lake District y las regiones montañesas de Gales hacia 1772, aunque no publicó estas impresiones sobre lo pintoresco del paisaje hasta 1785 y en 1789 publicaría dos narraciones de viajes, ilustradas con acuarelas, Tour in the mountains and lakes of Cumberland and Westmoreland y Tour in the Higlands ind Scotlands. Sus Tres ensayos sobre lo pintoresco se publicaría en 1792 y se traduciría al francés ese mismo año. Para él, lo pintoresco nace de la belleza que puede encontrarse en la desigualdad y la asimetría, la variedad de los constrastes de forma y de la luz y la sombra en sus infinitas tonalidades. 

        De aquí que una de las primeras concurrencias de la palabra pintoresco en español sea la de Leandro Fernández de Moratín en su Viaje a Italia (1793-1797), donde lo mismo admira el paisaje «rústico, pintoresco y pobre» por el que asoman diseminadas las casas de labranza entre las cañadas y vegas que recorre en el camino a Lucerna. Entre 1807 y 1808 se publicarían los primeros viajes pintorescos por España.
Arroyo de las Nieves

         Y ya hemos visto en otro lugar cómo Frasquita Larrea se servía de esta categoría de Gilpin ––y también de Burke, cuando habla de la «extraña sensación de terror y placer al mismo tiempo»–– para describir la emoción que sentía al contemplar el paisaje en su viaje de Bornos a Arcos.

[1] Cf., Juan Antonio Rodríguez Tous, Idea estética y negatividad sensible: la fealdad en la teoría estética de Kant a Rosenkrazt , Ed. Revista de Filosofía, 2002, pp. 66, n. 51.


martes, 15 de octubre de 2013

El paisaje pintoresco de Frasquita Larrea

Hace ya algunos años, al tratar sobre los cuentos de Fernán Caballero*, me ocupé tangencialmente del romanticismo pintoresquista con que su madre, Frasquita Larrea describía ciertos paisajes de la serranía gaditana. Efectivamente, como sostenía en dicho trabajo, Frasquita, tan aficionada, por otra parte, a anotar anécdotas y tipos, dejó algunas impresiones sobre Arcos de la Frontera como las siguientes:


           Tampoco el camino es divertido y nada me atraía siquiera a los ojos. Pero pasado Jerez, empecé a notar el rico y cultivado país, y se despertaba en mis adentros aquel amor a mi patria que sobrenada siempre en la corriente de mis tristezas, y jamás se ve abogado en mi corazón. Los llanos de Caulina, en esta estación, están cubiertos de florecillas, con tal profusión y con tanta variedad en sus colores, que parecen alfombrados de ricos tapices. La torre de Melgarejo se divisa a lo lejos, solitaria y arruinada como la vejez; pero también como ésta, ofrece todavía alguna sombra y descanso al fatigado viajero. Todas las tierras del Cortijo de la Peñuela (que pertenece a la Cartuja de Jerez) están perfectamente cultivadas.  ( Diario del viaje a Arcos y Bornos en 1826. Copia a máquina de un original perdido (Archivo Osbome), en Diario de Frasquita Larrea, Asociación Cultural Amigos de Bomos, Jerez, 1985, pp. 99-100).


Un poco más adelante añade: «Al salir de los hermosos campos de trigo y de toda clase de sementeras, se empieza a subir por las tierras agreste y escabrosas que se acercan a Arcos, todas cubiertas de olivos, cuyas ramas se entraban en el coche, cargadísimas de flor y de su suave perfume» (Ídem, p. 101.) Obsevamos que en ambos casos se hallan presente las ruinas del castillo de Melgarejo, las tierras labradas del cortijo de La Peñuela —perteneciente, como se señala en ambos casos, a los Padres Cartujos—, y los olivos. Pero más interesante que la coincidencia de algunos elementos, por otra parte, llamativos para cualquier viajero, son las impresiones románticas con que doña Frasquita percibe el paisaje. Así, en una descripción del camino montañoso que conduce desde Bornos a Arcos, leemos:
Bornos


«Estos peñascos, cuyas formas irregulares y fantásticas, se meten y retiran de la ribera, mirándose siempre en la queda y cristalina corriente como un espejo, y cuyas cimas parece que quieren desplomarse sobre el incauto pasajero, causan una especie de sobresalto que crecen en proporción que se van estrechando las orillas, y queda el río hecho un canal, cuyos tremendos muros apenas dejan una escasÍsima margen que pisa temblando el viajero, cuando, arrancando sus ojos de los altísimos riscos que lo amenazan, ve otros que fingen elevarse oscuros del profundo de las aguas, y se siente oprimido de una extraña sensación de terror y placer al mismo tiempo. » (Diario del viaje a Bornos y Ubrique en 1824. Copia a máquina de un original perdido (Archivo Osborne), en Diario de Frasquita Larrea, Asociación Cultural Amigos de Bornos, Jerez, 1985, pp. 55-56).



Este texto fue escrito el 1 de julio de 1824, tres días más tarde, anota: «Es admirable la variedad de aspectos que tiene esta cordillera. Ayer tarde el sol en su ocaso, teñía los ligeros vapores que se habían agolpado en ella, y parecía que un velo transparente rosa y plata, a manera del de una luna coqueta, sombreaba sus bellas formas, sin ocultarlas de un todo. Hoy libre de la calina, caían radiantes en sus superficies los últimos rayos del sol, convirtiendo en trozos de nácar tornasolada de azul púrpura y hortensia, riscos que en otras horas y con otra atmósfera, se meten negros y espantables por el celeste claro del cielo. Esta variedad en la apariencia de los objetos, de la naturaleza, Gilpin la explica bien en su prólogo a su famosa obra sobre lo pintoresco ( ... )» (Ídem, pp. 58-59.)


          Así pues, si Frasquita Larrea conocía las teorías acerca de la estética de lo pintoresco —el tratado de Gilpin, Tres Ensayos sobre lo bello pintoresco, había sido traducido al francés en 1772 y quizás en este idioma lo leyera doña Frasquita, aunque por su ascendencia irlandesa bien podía haberlo leído en su idioma original— y dejaba traslucir unas impresiones del paisaje fuertemente presididas por estas teorías, no es extraño que su hija conociera y participara de similares posturas estéticas. Aún más, en otras descripciones de doña Frasquita encontramos destacados los mismos valores de perspectiva, variedad, irregularidad, que hemos visto repetidos en los textos de Fernán Caballero y en las huertas de Bornos observa algunas coincidencias con los «hermosos parques ingleses», que no son sino los jardines pintorescos que se pusieron de moda en la Francia de 1770-74. También en sus textos hallamos alusiones a los pintores flamencos, amantes de lo pintoresco, a los que Fernán Caballero reivindicará igualmente y con los que establecerá algunas coincidencias por su atención a la naturaleza campestre.
 
* Marieta Cantos Casenave, «La recreación de la naturaleza en los cuentos de Fernán Caballero. Lo pintoresco», en Cuadernos de Ilustración  y Romanticismo, núms. 4-5, 1997, pp. 59-79. Una versión más actualizada de estas ideas se encuentra en Marieta Cantos Casenave, «Escritura y Mujer 1808-1838: los Casos de Frasquita Larrea, Mª Manuela López de Ulloa y Vicenta Maturana de Gutiérrez», Anales, 23 (2011), pp. 205-231.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El diario bélico-político de Frasquita Larrea (I)

          Como es bien sabido, Frasquita Larrea decidió tener al tanto a su marido, Juan Nicolás Böhl de Faber, de la marcha de la guerra y la política española.
         Efectivamente, tras las primeras cartas en que Frasquita da rienda suelta a la felicidad que siente por reencontrarse en los campos de su juventud, a finales de 1807 muestra los primeros signos de preocupación y el 20 de noviembre confesará a su esposo la inquietud que le producen el nuevo giro de los suceso políticos: «Solano ha salido para el ejército de Portugal. ¿Qué se nos prepara? Es una pregunta que me hago algunas veces y a la cual no me atrevo a contestarme, porque hierve mi sangre en las venas» [1]. 
Sus amigos, entre ellos el Padre Gil, le envían novedades sobre la ocupación de los franceses de Cataluña (11 de marzo de 1808) y le angustian las noticias sobre el ejército, así como las disposiciones tomadas por el gobernador Cayetano Valdés, pero su mayor perplejidad procede de la reacción de la Iglesia y la Monarquía: «Parece que Solano y su ejército salieron de Setúbal el 2 de marzo, que se encaminan a Badajoz y de allí a Cádiz. Está dispuesta una diputación de Lisboa compuesta del Inquisidor Serena y de algunos de la casa de Braganza, para dar gracias a Napoleón por los singulares favores con que los ha honrado». Con frecuencia la alteran la rapidez con la que se suceden los hechos: «Nuestras cabezas están alborotadas. Verás por los papeles inclusos, que ya la política debe interesarme». 
     Ya en abril de 1808, decide trasladar a su marido «un pequeño diario de los acontecimientos públicos de nuestra España, bien persuadida de que te han de interesar. Porque ¿quién no ha de querer una nación tan noble, tan generosa, tan leal?»[2]. Y así, el 12 anota: «Verás por mi diario el estado de las cosas políticas pero lo que no puedes ver, y es lo más admirable, es el estado de los espíritus»
           El día 22 recibe noticias de Cádiz a través de su amigo José Joaquín de Mora: «Ayer tuvimos aquí una función muy augusta y respetable, una procesión de rogativa por el Rey, en quien iban las comunidades, la oficialidad, el clero, el obispo, los cabildos el gobernador y los regimientos».
          Tras un pasajero desencanto provocado por la actitud condescendiente de Godoy, ante los requerimientos de Napoleón –Fernando VII sale a Bayona por Irún el 23 de abril, y que le hace exclamar «El patriotismo me había electrizado, el honor nacional se había despertado en mi alma, cercado de todas las imágenes gloriosas de nuestros antepasados y mi imaginación preveía con enajenamiento el feliz porvenir de la España. Todo acabó. La España ha vuelto a degradarse», el 29 de abril le pide a su marido que trate de conseguir todo lo que se publica y que ella no podrá adquirir: «¡Procúrate los decretos, las proclamas, etc., sobre todo la que se hizo al leal pueblo de Vitoria!, por mis manos no han de pasar. ¡Y llora sobre estos nobles españoles!»[3].
         Un mes más tarde vuelve a respirar herida en su patriotismo y decepcionada de la política: «Tuve la sencillez de meterme a política por algunos momentos. Fácil a entusiasmarme por lo grande y lo noble en todo género, y por la virtud, mi corazón palpitaba de gloria y esperanza. ¡La caída ha sido cruel». La noticia de que el día de San Fernando se jurará por el rey vuelve a darle ánimos, pero la amenaza de la guerra vuelve a ensombrecer su espíritu. Las noticias son cada vez más preocupantes y no se sabe bien cuál es mayor enemigo: «Todos se vienen a Chiclana. Se teme un bombardeo de los ingleses en Cádiz. Ayer atolondraba el ruido de los carruajes y hacía un funesto contraste con el abatido silencio de los que se paseaban por el camino». Aún no se han producido las señales de amistad de los británicos y todo hace temer lo peor.
         Durante nueve meses las cartas que se cruza el matrimonio se pierden, pero sabemos que en ellos su corazón vuelve a enardecerse, hasta el punto de que Frasquita levanta la voz para dirigirse a sus paisanas, en un primer intento quizás de trascender la esfera doméstica y realizar una incursión en la arena pública. Producto de esta actividad es  la proclama titulada «Saluda una aldeana española a sus patricias» o «compatricias», en otras versiones, fechada a 10 de julio de 1808, que publiqué por primera vez en 2006, al encontrarla en el tomo IV de una colección de folletos de similar alcance patriótico, la Demostración de la lealtad española: Colección de proclamas, bandos,  órdenes, discursos, estados de ejército, y relaciones de batallas publicadas por las Juntas de Gobierno,  o por algunos particulares en las actuales circunstancias. En ella la proclama de Frasquita aparece firmada con el seudónimo «Laura» [4].
          Las anotaciones de este diario bélico continúan a finales de octubre, pero esto será objeto de otra entrada.


[1] Carta datada en Chiclana a 11 de marzo de 1808. Cf., Antonio Orozco Acuaviva, La gaditana Frasquita Larrea. Primera romántica española, pág. 233
[2] Sobre este particular he publicado, «El discurso de Frasquita Larrea y la politización del Romanticismo», en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº, 2003, págs. 3-13. También, «El patriotismo anticonstitucional de una mujer gaditana: Frasquita Larrea (1775-1838)», en La ilusión constitucional. Pueblo, Patria, Nación. Actas del XI Congreso de Ilustración al Romanticismo, 2004, págs. 129-142..
[3] Marieta Cantos Casenave (ed.), Los episodios de Trafalgar y las Cortes de Cádiz en las plumas de Frasquita Larrea y Fernán Caballero, Diputación Provincial de Cádiz, Cádiz, 2006, págs.
[4] Ibídem, págs. También aparece reseñado y comentado en relación con lo que ella considera un diferenciado concepto del patriotismo femenino en mi estudio de 2008, Las «Las mujeres en la prensa entre la Ilustración y el Romanticismo», en La Guerra de Pluma, III, págs. 157-334. Ver también «La guerra de pluma y la conquista femenina de la tribuna pública», en Pedro Rújula y Jordi Canals, Guerra de ideas: política y cultura en la España de la Guerra de la Independencia, Marcial Pons, 2011, págs. 211-237 

domingo, 27 de noviembre de 2011

El patriotismo anticonstitucional de una mujer gaditana: Frasquita Larrea (1775-1838)

Con este título publiqué un artículo hace algunos años en los que observaba cómo el patriotismo que Frasquita Larrea siente nacer en los años de la Guerra de la Independencia fluyen como una manifestación del alma romántica que se siente vinculada a la historia, al aquí y ahora de su raíz patria, al tiempo que combina dicha experiencia personal  con el referente de una literatura política que hunde sus raíces en un patriotismo sentido expresamente desde el feminismo, pues su apunte de viaje dedicado a Chiclana menciona a Lady Morgan,  y concretamente su novela Ida of Athenas, publicada en 1809. Allí Lady Morgan defiende el nacionalismo irlandés frente al dominio inglés, postura que también reivindicaba tanto en artículos y otros textos literarios como en sus tertulias, posicionamiento político que la había hecho objeto de enorme controversia en Inglaterra.
Por otra parte, bebiendo del romanticismo de Schlegel, de las obras de Calderón y Mariana exalta al pueblo español que rinde vasallaje a su rey frente a la soberanía nacional reclamada por los doceañistas.
Esta vindicación de Calderón, absolutamente politizada es la que por estas mismas fechas, Juan Nicolás Böhl de Faber trasladará a las páginas del Mercurio gaditano, en lo que van a ser los preliminares de la conocida «querella calderoniana» (1814) que dará origen a la introducción del Romanticismo español[1], y en cuyo segundo desarrollo del  debate (1818) participará la propia Frasquita[2]. Y así, «Calderón y cierra España –a la filosofía moderna, al materialismo, al utilitarismo, al progreso, al liberalismo, y a los hallazgos de la Constitución»- podría ser, pues, tal vez, el lema del patriotismo de esta mujer y escritora.


[1] Para la revisión de la introducción y posterior desarrollo del Romanticismo en España, y concretamente del papel del matrimonio Böhl de Faber y, luego, de su hija, la escritora Fernán Caballero, es fundamental el trabajo de Derek Flitter, Teoría y crítica del romanticismo español, Cambridge University Press, 1995.
[2] Cf., Marieta Cantos Casenave, «El discurso de Frasquita Larrea y la politización del Romanticismo»,en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº 10, 2002, págs. 3-13.

martes, 18 de octubre de 2011

«Chiclana» de Frasquita Larrea

Entre los textos que Frasquita Larrea dejó inéditos figura el siguiente fragmento escrito en abril de 1811, poco después de la Batalla de la Barrosa 



Chiclana hacia 1800



«Chiclana»
«She is a charming visionary!» he exclaimed. «Her mind is stored with images of clasic interest & her heart is witness to circumstances on national grievance. This is the true patriotism of Women»...
Lady Morgan
Lady Morgan









¡Era un dulce rincón. Rincón alegre y festivo de la hermosa Andalucía que, alguna vez, la risueña primavera señaló por suyo. A lo lejos podéis divisar este ameno valle. La blanca población de Chiclana resalta entre el perpetuo verdor de sus bosques de pinos. A su espalda descuella una colina, coronada por un castillo de otros tiempos. Al amparo de su antiguo silencio reposan en paz los padres del pueblo. Al pie de sus tumbas derrama el viejo Salado sus nombradas aguas. Grupos de arrayanes, lentiscos, carrascas y algarrobos adornan el cerro del sur consagrado por una capilla pintoresca a Santa Ana, patrona querida del pueblo. Confiado en su protección, plantó sus viñas y sembró sus mieses el labrador; y cuando vino la cosecha cantó a su bienhechora.

Colección Periñán
¡Días de paz, fiestas de flores y frutas, celebradas al son de guitarras, panderos y castañuelas, en los campos de Santa Ana! Aún bulle en mi memoria el murmullo de vuestro alborozo y se retrata en mi fantasía aquel glorioso paisaje, cuando sumergiéndose el sol en el océano azul, jugaban sus últimos rayos en el puro ambiente, formando una atmósfera de fragancias, sonidos y colores alegres; y mientras la esplendente Luna derramaba su ancha luz sobre la callada población de Chiclana y las montañas, desvanecidas con el crepúsculo, volvían a aparecer en el argentado oriente, aun tembleteaban en el magnífico piélago los reflejos rosados del pasado día y se diseñaban sobre un horizonte de aéreo verde las murallas de Cádiz. Los tonos del ruiseñor ondeaban en el perfumado rocío; el incierto ladrido, el distante cencerro sonaban en la ligera brisa... ¡Voz de contento en que multitud de dulzuras circulaban en este ámbito de paz!... Viajero!, han pasado esos días como pasa el humo del aloe! Vi al extranjero encender sus fuegos de guerra con la oliva de los campos de Santa Ana, vi al cañón destructor amenazar desde los umbrales de su Santuario, vi la risa del impío en la habitación del dolor, vi en las parados semblantes la palidez de la impotente ira... y tomaron este lúgubre silencio por resignación!... ¿qué sabe el vándalo de las penas del alma?

Louis-F. Lejeune, Bataille de Chiclana, prés de Cadix, le 5 mai 1811



 
¡Días de paz, pasados como pasa el humo del aloe! Lejos de vosotros, y semejante a la nube sin agua, juguete de los vientos, entre los yelos de otro clima, en la tierra del extranjero, vuestra idea acompaña mi agitada carrera. Rayos de recordado placer penetran mi desabrida soledad, aun cuando braman las cien voces del huracán y el infortunio cae sobre mi corazón. Alzo los ojos al aplomado firmamento y sueño en los horizontes celestes de mi Patria. Al través de un velo de neblina miro los desnudos troncos y pienso en los mirtos, naranjos y laureles de la Andalucía, vanos de sus días de diciembre.
¡Amor de la Patria! ¡Lejos del alma exaltada aquella fría filosofía que desea aminorar tu influjo, que te pinta como una ilusión de la fantasía, como la brillante visión de un ánimo pequeño!... Varios intereses pueden distraer el empeño nacional: pero el corazón es siempre patricio. En aquel país en que primero hemos aprendido a amar y a sufrir, aquel país encadena nuestros afectos; y el sentimiento nos hace patriota antes que sepamos serlo por principio.
¡Amor indeleble! Acaso si mi Patria fuese libre y feliz no habrían interesado mi corazón las intrigas de su Gabinete, los mezquinos cálculos de su interés comercial o de su ambición legislativa. Pero en su noble infortunio, suyos son todos mis sentimientos. Cantaré sus virtudes, disculparé sus errores y lloraré la falsa política de sus Jefes.

 Frasquita Larrea
Museo Municipal de Cádiz