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viernes, 8 de marzo de 2013

«El Cortesano», de Castiglione y la dama perfecta

Como es bien sabido, a través de la conversación cortesana, Castiglione expone lo que él considera el ideal del cortés del caballero y también de la dama perfecta. Lógicamente, sus presupuestos distan bastante de lo que hoy consideraríamos como ideal, pero no está de más recordar, que Castiglione considera que si un hombre ama a una de estas mujeres, sería capaz de las mayores empresas. En la antigüedad, efectivamente, se consideraba que, a través del amor, el ser humano podía alcanzar la virtud, es decir, que el amor estimulaba a quien lo profesaba.
          De las numerosas citas que explicitan esta idea, hoy, día de la mujer, quiero recordar la siguiente:

                ¿Quién no alcanza que las mujeres son las que quitan de nuestros corazones todos los baxos y viles pensamientos, las fatigas, las miserias y aquellas tristezas tristes que andan en compañía de todo esto? Y si quisiéramos bien considerar la verdad, conoceremos que acerca del conocimiento de las cosas grandes no nos desvían de ellas, ni nos embarazan, antes nos despiertan y nos levantan. Hacen asimismo en la guerra ser los hombres sin miedo, y realmente yo tengo por imposible que en corazón de un hombre donde una vez haya entrado amor pueda jamás entrar vileza ni cobardía; porque quien ama desea siempre hacer cosas que le hagan ser amado, y teme ordinariamente no le acaezca algo que le deslustre, por donde venga a tenelle en poco la que él desea que le tenga en mucho; y así muy fácilmente se pone mil veces a peligro de muerte porque su señora conozca que él merece el amor della; (...).

                    Cf., Baltasar de CASTIGLIONE, El Cortesano, Austral, Madrid, 19845, p. 272.

Y es que, el amor, al fin y al cabo, es una de las mejores lecciones que se puede aprender con gusto y provecho. Ese amor estimulante, debía estar basado, por otra parte, en una conversación y un trato igualmente enriquecedor, de modo que era necesario que la mujer tuviese una instrucción adecuada para ser capaz de mantener una charla interesante y amena con la que conseguir educar al caballero en la civilidad y cultura de la corte. 
Bronzino,  Lucrezia Panciatichi, S. XVI

             Civilidad que, curiosamente, era también tan apreciada por los ilustrados y las ilustradas como Josefa Amar.
              Bastaría, no obstante, un poco de simple humanismo para que todos fuésemos capaces de entender hoy que este mundo no tiene futuro mientras hombres y mujeres no trabajen y vivan en igualdad.

sábado, 2 de marzo de 2013

«El cautivo de Doña Mencía», de Valera y El Cortesano, de Castiglione


Como señalé en mi libro Juan Valera y la magia del relato decimonónicola protagonista de este cuento nos recuerda a cualquiera de los ejemplos de «dama perfecta», que contribuyeron a estimular las virtudes de los hombres[1] que estaban a su lado, y, en especial, nos trae a la memoria ––dado que al final del cuento se dice que el personaje masculino era El Gran Capitán[2]–– el caso de Isabel la Católica, de quien, por boca del Magnífico, se afirma en El Cortesano que a ella, a su virtud y a su excelentes dotes para gobernar, se debe la conquista de Granada[3]:

            Y en gran parte fue desto causa el maravilloso juicio que ella tuvo en conocer y escoger los hombres más hábiles y más cuerdos para los cargos que les daba. Y supo esta señora así bien juntar el rigor de la justicia con la blandura de la clemencia y con la liberalidad, que ningún bueno hubo en sus días que se quexase de ser poco remunerado, ni ningún malo de ser demasiadamente castigado, y desto nació tenello los pueblos en estremo acatamiento mezclado con amor y con miedo, el cual está todavía en los corazones de todos tan arraigado, que casi muestran creer que ella desde el cielo los mira (...)[4].

            Y un poco más adelante se especifica lo duradero de su aliento revelador:

            Considerará tras esto, señor Gaspar, que en nuestros tiempos todos los hombres señalados de España y famosos en cualquier cosa de honra han sido hechos por esta Reina; y el Gran Capitán Gonzalo Hernández mucho más se preciaba desto que de todas sus vitorias y ecelentes hazañas, las cuales en paz y en guerra le han hecho tan señalado, que si la fama no es muy ingrata, siempre en el mundo publicará sus loores y mostrará claramente que en nuestros días pocos reyes o señores grandes hemos visto que en grandeza de ánimo, en saber y en toda virtud, no hayan quedado baxos en comparación dél[5].        

            Las siete últimas líneas parecen demostrar que Valera en este cuento ––además de en las fuentes bibliográficas que cita directamente–– se inspiró en la lectura de El Cortesano de Castiglione, ya que éstas se recogen literalmente en el capítulo octavo del cuento[6], que funciona a modo de epílogo, y donde se nos descubre la identidad histórica del protagonista.
            También es cierto que el desenlace de la obra nos remite, por la muerte de doña Mencía, consumida por su propia pasión, a otros casos planteados en El Cortesano.



     [1] El Cortesano, p. 244 y ss.
     [2] Obras de Juan Valera, I, p. 864.
     [3]El Cortesanopp. 256-257.
     [4] Ídem.
     [5] Ibídem.
     [6] Obras de Juan Valera, I,  p. 1178.