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martes, 28 de julio de 2015

Constancia de la Mora, «Doble esplendor». Autobiografía de una mujer española (1906-1923) (I).

     Reconozco que no tenía ni idea de la existencia de este libro ni de su autora. Un buen amigo me recomendó su lectura porque estaba convencido de que me interesaría y así ha sido. Su lectura me ha recordado en parte la vida de otra mujer, Isabel Oyarzábal, sobre quien ha publicado un interesantísimo y documentado trabajo mi compañera y amiga Amparo Quiles.
     Ambas, Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 1878 - México D.F., 1974) y, de una generación más joven,  Constancia de la Mora Maura (Madrid, 1906 - Guatemala, 1950), tuvieron una infancia diferente a la de otras chicas de su época, ambas vivieron una etapa en Málaga —aunque Constancia nació y residió durante sus primeros en Madrid, pues su abuelo era el jefe del Partido Conservador, Antonio Maura— y ambas tuvieron una temprana experiencia vital fuera de España. Isabel viajó con frecuencia a Escocia, de donde procedía su madre, y Constancia consiguió que le permitieran educarse en un colegio femenino en Cambridge, donde no tuvo que seguir soportando la ignorancia y el silencio que imponían la rigurosa y anticuada disciplina del madrileño Colegio de las Esclavas. Constancia permaneció en Inglaterra tres años entre 1920 y 1923, es decir, entre los 14 y los 17 años, una etapa crucial para una joven. La libertad a la que se acostumbró allí le hizo desear escabullirse de un matrimonio impuesto y apostar por buscarse un empleo con el que mantenerse, pero sus padres no lo entendieron ni lo permitieron y la obligaron a volver a Madrid para dedicarla a la caza y captura del «soñado» esposo. 

     Lamentablemente, los intentos por evitar un matrimonio concertado por sus padres la llevaron a casarse con un flojo y pusilánime malagueño, al que pronto sólo le uniría la hija de ambos. Constancia, tras superar los prejuicios derivados de su arraigada convicción de que el matrimonio era para siempre,  logró librarse del lastre marital y labrarse un futuro propio. Este nuevo amanecer vital coincidió con lo que ella denomina en el tercer capítulo de su autobiografía el «Despertar de España». Es el momento en que logra llevar las riendas de su propia vida, en que conoce a otras mujeres igualmente luchadoras e independientes, como Zenobia Camprubí, y en el que ella misma descubre la política, al tiempo que el país conoce un nuevo régimen, la República. 
     Desde su experiencia, Constacia rememora las encontradas emociones que suscitó la proclamación del nuevo gobierno: 
     «La mayor parte de la nación, los campesinos, los obreros, la gran mayoría de la pequeña burguesía, compuesta de modestos comerciantes, industriales y empleados, junto con los interlectuales más destacados, se dispusieron a defender la República. Los ricos y todos aquellos, que hasta entonces, habían gozado de privilegios que procuran el poder y el dinero, los grandes industriales y financieron, los terratenientes, la nobleza, las órdenes religiosas y los altos dignatarios de la gilesia con la mayor parte del clero (aunque no todos los curas de aldeas), se colocaron en contra».
      Cabe aclarar que, para entonces, Constancia había tomado conciencia de la pobreza en la que vivían los campesinos, incluso aquellos que trabajaban en las propiedades de su familia, había conocido de primera mano en qué consistían la «caridad» y el apostolado que practicaban las señoras de clases elevadas,  como su madre, a la que hubo de acompañar en numerosas ocasiones. Todo esto, junto a la circunstancia de que algunas de esas experiencias las viviera también en compañía y con la mirada incrédula de su amiga británica, le hizo adquirir mayor conciencia de su situación privilegiada y de la necesidad de un cambio, de una regeneración, que solo podía venir de la mano de la acción política.
   «Al regresar aquella noche de casa de mi tío Miguel, comprendí que había unido mi suerte a la de los que estaban dispuestos a defender la libertad de España».  
     Y añade unas líneas más abajo, un dolorosa sensación, que no puede asegurarse que fuera una toma de conciencia real y premonitoria o quizás una reflexión derivada de quien escribe después de una dura experiencia:
     «Pero comprendí también que antes de que España fuese verdaderamente libre nos esperaban años muy duros».

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