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martes, 19 de febrero de 2013

Doña Leonor, otra doncella en una cueva (II)

Leonor, animada, no obstante, por la idea de que otra penitente logró reconciliarse con el cielo, gracias al amparo de la quietud y soledad de aquel páramo, decide persistir en su intento de enterrarse en vida en aquella gruta.

PADRE GUARDIÁN
No os engañó el padre Cleto,
pues diez años ha vivido
una santa penitente
en este yermo tranquilo,615
de los hombres ignorada,
de penitencias prodigio.
En nuestra iglesia sus restos
están, y yo los estimo
como la joya más rica620
de esta casa, que, aunque indigno
gobierno, en el santo nombre
de mi padre San Francisco.
La gruta que fue su albergue,
y a que reparos precisos625
se le hicieron, está cerca;
en ese hondo precipicio.
Aún existen en su seno
los humildes utensilios
que usó la santa; a su lado,630
un arroyo cristalino
brota apacible.
Casualmente, llega hasta aquel lugar su caballero, no para salvarla, porque ni siquiera sabe que vive, sino para dirimir la cuestión de honor que Alfonso, el único hermano vivo de Leonor, quiere saldar, al considerarlo el causante de todas las desdichas de su familia, incluido el deshonor de su hermana.
          El destino hará que los enamorados se reconozcan cuando ya ninguno confiaba en que el otro había de vivir y cuando ambos estaban buscando el consuelo en la muerte. La parca los visitará, finalmente, en el momento más inesperado, cuando, en un momento de enorme ironía dramática, parecía que el destino podía volver a sonreírles.

Roberto Scandiuzzi (Padre guardián), Mikhail Agafonov (Don Álvaro) y Dimitra Theodossiou (Leonora) en la escena final de La forza del destino, Teatro Colón, 2012

De que no suceda así se ocupa Alfonso, el instrumento del destino que acabará con la vida de su hermana y con ello abrirá definitivamente al protagonista, transmutado ya en héroe satánico, las puertas del infierno.
El destino será precisamente el que dé título a la ópera que Verdi escribió, por encargo del director de los Teatros Imperialos Rusos, inspirándose en el drama del Duque de Rivas. La ópera se estrenó por primera vez en 1862.

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