El cautivo de Doña Mencía es uno de los cuentos que escribe Juan Valera cuando, retirado de su carrera diplomática a causa su ceguera, pero con la mente muy activa, se vuelca en la creación literaria. Este cuento lo publicará en la revista La Ilustración Española y Americana, el 22
diciembre de 1897, es decir a los 73 años de edad.
El Cautivo de Doña Mencía, Ilustración de Amando Suárez Couto. Museo de Pontevedra |
El relato nos cuenta que el mariscal don Diego había encomendado la custodia de un joven prisionero a su prima doña Mencía. El
muchacho trata de seducir a su guardiana y ésta se siente, en un principio,
tentada de corresponderle, pues ve en él la imagen de su difunto esposo. Pero
la amenaza del escándalo entre los guerreros de la hueste, la probabilidad de
la calumnia, y la posible pérdida de su hasta entonces inmaculada reputación, hacen
que doña Mencía libere al cautivo. Las insinuaciones de su primo, que ponen su
honradez en entredicho, provocan que doña Mencía, tras incitar al joven a más
altas empresas, decida ingresar en un convento, donde muere cuatro años después.
Un cuento, pues, en el que, como en otros muchos relatos, la mujer incita al hombre a elevar sus miras. A ello se refiere Margarita Almela Boix en «El cautivo de doña Mencía. El cadijeísmo
o la educación sentimental del héroe», y yo misma he analizado esta idea al considerar a su protagonista en encarnación del tipo de la mujer que sacrifica su felicidad, e incluso su vida, al renunciar
a su amor[1] ––de forma altruista–– para evitar convertirse para su amado en grave
impedimento, en lastre, en el camino ascensional de la fama.
[1] Actas del I Congreso Internacional sobre don Juan Valera, Cabra (Córdoba), 1997, pp. 323-334.
[2] Juan Valera y la magia del relato decimonónico.
[2] Juan Valera y la magia del relato decimonónico.
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