Fue una velada magnífica, no es que dijera nada inusual o no, al menos, fuera de lo que cabía esperar de él, pero sí densa, y eso que algunas ideas quedaron meramente apuntadas.
Creo que del encuentro de ayer, nos quedó muy claro que no le gusta una pizca la televisión y que tampoco internet -un invento de la CIA- le ofrece simpatías ni, desde luego, garantía. También nos llegó su defensa del periódico impreso, un documento que no se presta tan fácilmente a la manipulación y que queda, como tal, registrado e inventariado en las hemerotecas.
Se adscribió muy cláramente al periodismo satírico, que busca su materia no en la actualidad sino en lo erróneo del ser humano y, por tanto, debe ser corregido. También me interesó mucho su defensa de la unión entre la literatura y el dibujo, los dos lenguajes que, de forma inseparable, le sirven para expresar su particular denuncia y crítica de la humanidad, pues es lo humano, no lo colectivo, lo que le interesa, aunque su humor pueda incidir en la sociedad y ser testigo de una época.
En tercer lugar, y habría mucha más tela que cortar, su defensa del hombre. A pesar de los errores, a pesar de los tintes, a veces apocalípticos, hay siempre una puerta abierta a la esperanza.
De lo que quedó en el tintero, me gustaría conocer su definición del humor, que dijo, partir de la de Freud, pero con una interpretación personal. Cuando me documentaba para mi tesina, la edición de los Cuentos gaditanos de Pedro Ibáñez-Pacheco, estuve estudiando este tema, al que «El Roto» se refirió también al hablar de la chispa y la confrontación entre dos ideas que pueden parecer dispares, pero que al rozarse dan lugar a ese efecto humorístico.
Creo que del encuentro de ayer, nos quedó muy claro que no le gusta una pizca la televisión y que tampoco internet -un invento de la CIA- le ofrece simpatías ni, desde luego, garantía. También nos llegó su defensa del periódico impreso, un documento que no se presta tan fácilmente a la manipulación y que queda, como tal, registrado e inventariado en las hemerotecas.
Se adscribió muy cláramente al periodismo satírico, que busca su materia no en la actualidad sino en lo erróneo del ser humano y, por tanto, debe ser corregido. También me interesó mucho su defensa de la unión entre la literatura y el dibujo, los dos lenguajes que, de forma inseparable, le sirven para expresar su particular denuncia y crítica de la humanidad, pues es lo humano, no lo colectivo, lo que le interesa, aunque su humor pueda incidir en la sociedad y ser testigo de una época.
En tercer lugar, y habría mucha más tela que cortar, su defensa del hombre. A pesar de los errores, a pesar de los tintes, a veces apocalípticos, hay siempre una puerta abierta a la esperanza.
De lo que quedó en el tintero, me gustaría conocer su definición del humor, que dijo, partir de la de Freud, pero con una interpretación personal. Cuando me documentaba para mi tesina, la edición de los Cuentos gaditanos de Pedro Ibáñez-Pacheco, estuve estudiando este tema, al que «El Roto» se refirió también al hablar de la chispa y la confrontación entre dos ideas que pueden parecer dispares, pero que al rozarse dan lugar a ese efecto humorístico.
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