Francisco Tadeo Calomarde. Fuente: Wikipedia |
Como ocurre en Los Apostólicos, también en esos párrafos iniciales con que se inaugura Un faccioso más y algunos frailes menos se incluye una disquisición narrativa sobre la relación entre la historia de las naciones y la de los individuos: «No sabemos, pues, si batir palmas y cantar victoria o llorar a lágrima viva, porque si bien es cierto que en aquel día terminó para siempre el aborrecido poder de Calomarde, también lo es que nuestro buen amigo D. Benigno padeció un accidente que puso en gran peligro su preciosa existencia».
A renglón seguido, el narrador ironiza sobre el conocimiento que se tiene del percance ocurrido a Benigno Cordero:
Unos dicen que fue al subir al coche para marchar a Riofrío en expedición de
recreo; otros que la causa del percance fue un resbalón dado con muy
mala fortuna en día lluvioso, y Pipaón, que es buen testimonio
para todo lo que se refiere a la residencia del héroe de Boteros en la
Granja, asegura que cuando este supo la caída de Calomarde y la
elevación de D. José Cafranga a la poltrona de Gracia y Justicia,
dio tan fuerte brinco y manifestó su alegría en formas tan
parecidas a las del arte de los volatineros, que perdiendo el equilibrio y
cayendo con pesadez y estrépito se rompió una pierna. Pero no, no
admitamos esta versión que empequeñece a nuestro héroe
haciéndole casquivano y pueril. El vuelco de un detestable coche que iba
a Segovia cuando había personas que consentían en descalabrarse
por ver un acueducto romano, una catedral gótica y un alcázar
arabesco, fue lo que puso a nuestro amigo en estado de perecer.
Una vez asumido por D. Benigno que su curación le impide abandonar La Granja, su amigo Salvador Monsalud se ofrece a quedarse con él en tanto que se produce su restablecimiento. Es así como deben entretener sus días y sus noches unas veces hablando de la familia, «el tema más amado y más favorecido de Cordero», otras de política, recurriendo don Benigno a esa retórica aprendida en la lectura de los periódicos: «¿Cree usted que ese pobre señor Zea tendrá buena mano para el timón de la nave del Estado».
Sin embargo, la clave de este capítulo se encierra al final del mismo, pues en él se descubre el tema que sobrevuela el tenso silencio que a veces se interpone entre ambos. Cordero y Monsalud rivalizan por casarse con Soledad, Sola o Solita, apodada también cariñosamente como «Hormiga».