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miércoles, 25 de marzo de 2020

Bicentenario de Galdós. «Los Apostólicos». Un acercamiento.

  
Fernando VII y María Cristina de Borbón Dos Sicilias
Como señalaba hace un par de meses en mi blog doceañista, este año coincide el Bicentenario del pronunciamiento de Riego con el año galdosiano. Una curiosa coincidencia la que une los doscientos años de la muerte del escritor canario con el 200 aniversario del accidentado éxito del levantamiento liberal inicado por Riego en Cabezas de San Juan, pues el autor de los Episodios Nacionales concibió esta serie de novelas de historia contemporánea como una aportación a la cultura política y sobre todo como una manera de que la historia se convirtiera en magistra vitae, en un modo de que los españoles aprendiésemos de nuestro pasado, con sus aciertos y errores.
Ilustración de la portada de 1885
 

     Este curso volveremos con el episodio de Los Apostólicos, donde los partidarios más acérrimos del Absolutismo se reúnen en torno al liderazgo militar de Tomás Zumalacárregui «apostólico neto», que sería después uno de los principales abanderados del Carlismo, esto es de los partidarios de Carlos María Isidro, como sucesor de su hermano Fernando VII. Este partido estaba auspiciado por el obispo de León y el consejero de Estado Juan Bautista Erro, frente a los que apoyaban que fuera la infanta Isabel su sucesora.
     Según deja entrever el narrador de este episodio, los Apostólicos acentúan su activismo político al conocer que la joven esposa de Fernando VII, su sobrina María Cristina, simpatizaba con las ideas liberales, hasta el punto de que, según había oído decir el protagonista, Benigno Cordero, «Es una francmasona, una insurgente, mejor dicho, una real dama en quien los principios liberales y filosóficos se unen a los sentimientos más humanitarios. Es decir, que tendremos una Reina domesticadora de las fierezas que se usan por acá».
     A esto añadía Soledad, «—A mí me han dicho, que ha puesto por condición para casarse que el rey levante el destierro a todos los emigrados», una posibilidad que llenaba de esperanzas a la Hormiga, como denominan en la familia a esta joven amable y hacendosa, que alberga secretas ilusiones de que una amnistía pudiera hacer regresar al protagonista de esta Segunda Serie, Salvador Monsalud. En este joven liberal, implicado en las numerosas conspiraciones que tuvieron lugar desde el mismo año de 1814, para terminar con el gobierno absolutista de Fernando VII y con las maniobras gubernamentales de exaltados secuaces como Francisco Tadeo Calomarde, tiene puesta Soledad sus miras sentimentales.
      Mientras Solita suspira por volver a ver a Salvador y los españoles se asoman a sus balcones o salen a la calle para conocer a la joven reina, Benigno Cordero, el héroe de la Milicia Nacional en el enfrentamiento que tuvo lugar en el Arco de Boteros en el año 20, conmemora el tercer aniversario de la muerte de su mujer, doña Robustiana de los Toros de Guisando, al tiempo que lucha por sacar adelante su negocio como tendero de encajes y cría a sus hijos, Primitivo, Segundo, Rafael y el benjamín Juan Jacobo —así bautizado en honor del filósofo suizo—, con la ayuda de su hermana Cruz Cordero y de Soledad. 

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