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miércoles, 15 de marzo de 2023

Espectáculos ópticos, mecánicos y lumínicos en el siglo XIX

SPECTACLES OPTIQUES, MÉCANIQUES ET LUMINEUX. DE NOUVELLES FORMES DE DIVERTISSEMENT POUR UNE NOUVELLE VILLE. 
    Este es el título de mi próxima intervención en las jornadas coordinadas por los profesores Elisabel Larriba y Álvaro Molina, con el título de «Ville, vie quotidienne et presse en Espagne (18e-19e siècles). Nouvelles approches méthodologiques et humanités numériques» en la Aix-Marseille Université (UMR TELEMMe, AMU - CNRS). 
    Para empezar, creo que es interesante partir de un artículo de Larra, «Jardines públicos», referido a las nuevas diversiones que encierran este tipo de jardines, con los que debería entretenerse la sociedad moderna: 
He aquí una clase de establecimientos planteados varias veces en nuestro país a imitación de los extranjeros y que, sin embargo, rara vez han prosperado. Los filósofos, moralistas, observadores, pudieran muy bien deducir extrañas consecuencias acerca de un pueblo que parece huir de toda pública diversión. ¿Tan grave y ensimismado es el carácter de este pueblo, que se avergüence de abandonarse al regocijo cara a cara consigo mismo?

 Efectivamente, se había intentado  abrir en Madrid diversiones públicas de nuevo cuño como los Jardines de Tívoli que se inauguraron en el Paseo del Prado, cerca del Retiro, en 1822. La obra era iniciativa de unos empresarios franceses y seguía el modelo parisino de 1766, que se había convertido en el «jardin de loiser» más grande y popular, después de varias remodelaciones, en la tránsito del siglo XVIII al XIX. Como recordaba Mesonero Romanos, la empresa había sido promovida por el nuevo gobierno liberal. Pero, como ha señalado Cruz Valenciano, la debilidad de la clase media madrileña y el regreso del absolutismo frustraron este proyecto. Así lo veía Larra, en el artículo ya mencionado:

La manía del buen tono ha invadido todas las clases de la sociedad: apenas tenemos una clase media, numerosa y resignada con su verdadera posición; si hay en España clase media, industrial, fabril y comercial, no se busque en Madrid, sino en Barcelona, en Cádiz, etc.; aquí no hay más que clase alta y clase baja: aquélla, aristocrática hasta en sus diversiones, parece huir de toda ocasión de rozarse con cierta gente.

     Tras la muerte de Fernando VII, la apertura del gobierno de María Cristina favoreció la apertura del Jardín de las Delicias en el Paseo de Recoletos, que llegó a contar con una novedosa iluminación nocturna por gas.

Tanta importancia dio Larra a este tipo de entretenimientos que después de alabar el diseño de los dos nuevos jardines, de las Delicias y de Apolo, este último en el extremo de la calle de Fuencarral dedicó a la descripción de este último la última parte del artículo con la idea de subrayar el atractivo que podía tener para que el público frecuentara este tipo de establecimientos «que tanta influencia pueden tener en la mayor civilización y sociabilidad del país».

Tres décadas más tarde se inaugurarían en Madrid los Campos Elíseos que contarían con una amplia gama de diversiones públicas, entre las que figuraría un cosmorama, tal como muestran las estampas del Periódico Ilustrado.



Para estas fechas la exposición Universal de París de 1855 con sus numerosos espectáculos ofrecía un modelo recreativo que habría de extenderse al resto de Europa

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