Segunda etapa. Plaza de La Libertad y Plazuela de los Descalzos (vulgo de las Flores).
¿Cuándo surge el nombre de esta plaza en la que se ubica el mercado? ¿y la de la contigua Plaza de las Flores? ¿Qué hacían los gaditanos por aquellos lares?, ¿qué tertulias se celebraban en sus inmediaciones? Estas serán algunas de las curiosidades sobre las que charlaremos. Para ello contaremos con la evocación que hace Jesús Maeso, sobre las tertulias y la opinión pública de finales del siglo XVIII y el Cádiz de las Cortes, en su novela En una tierra libre (2011: 62), donde se nos cuentan las aventuras de Germán Galiana, un joven gaditano que tendrá problemas con la Inquisición, por haber sido su padre reo de dicho tribunal. Su historia se enraíza en unos años decisivos, los de la invasión napoleónica de 1808 y el levantamiento popular del 2 de mayo, pero vinculados a la urbe gaditana, que vio nacer la primera Constitución y a Caracas, donde también se libraba una sangrienta lucha por la emancipación encabezada por Simón Bolívar El Libertador.
En la ruta no seguiremos a Germán Galiana a la Gran Colombia, sino que recordaremos sus pasos por las calles y plazas gaditanas:
Sin embargo, a pesar del acoso de la artillería desde el fuerte de La Cabezuela, en Cádiz solo se hablaba de dinero. Los discursos de la mañana de los diputados, y las últimas batallas libradas contra los ejércitos napoleónicos, a penas sí eran comentadas por el Diario Mercantil, El Conciso y El Semanario Patriótico. La ganancia y el lucro eran los reyes de la ciudad cercada. A pesar de los bombardeos, las transacciones se realizaban al aire libre, en la calle Ancha, en la Nueva, o en la Casa de la Camorra, un casino de talante colonial, que se alzaba en la calle del Empedrador, donde se había comenzado a servir café en España. La casa de la Camorra hacía las veces de centro neurálgico del comercio nacional, aunque según el reaccionario padre Vicente, al que llamaban el cura de Algeciras y el antiliberal padre Vélez, estaba atestado de masones y de herejes jacobinos que conducirían a España a la ruina.
Jesús Maeso, En una tierra libre, Grijalbo ed. |
También nos serviremos de esta misma novela, En una tierra libre (2011: 137), para alcanzar hasta la Tercera etapa.
Un destello de alarma relampagueó en el semblante de Galiana.
—Avisarme ¿de qué? Me tienes en ascuas. Acerquémonos al Café del Correo del amigo Celis. Allí comeremos y beberemos algo.
Se sentaron cerca del patio del animado mesón de la calle Rosario, que olía a especias, cacao, cerveza y guiso de pescado, y donde otros parroquianos bebían aguardiente de Cazalla y leían El Imparcial y el Espectador Patriótico. Pidieron chocolate, pan con ajo, queso y tocino, y un vaso de hidromiel caliente, que les sirvieron unos diligentes veteranos de guerra que para ganarse el pan trabajaban a las órdenes del filántropo dueño. El marino esperó inquieto la perturbadora comunicación. […].
—¿Sabes qué son las Tablillas de la Inquisición? —dijo Téllez, reservado.
—Por supuesto. Una lista que ese caduco tribunal eclesiástico expone a la lectura pública, en la iglesia de San Juan de Dios. […].
El músico tragó saliva.
—Tu nombre ha aparecido en ellas —soltó abatido—.
Cuarta etapa. Consulado viejo (Continuará).
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