En un primer momento creía que la libertad era uno de los valores fundamentales
de la democracia, pero con el tiempo me di cuenta de que determinados usos de la
libertad pueden suponer un peligro para la democracia.
Tzvetan Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia (2012)
Este curso, en la asignatura sobre teatro en español, me propuse avanzar con un análisis que había iniciado el curso anterior aunque entonces no lo hiciera de forma consciente. Se trataba de proponer dos temas, a veces entrecruzados, a través de los cuáles pudiéramos estudiar una serie de textos dramáticos. Así del siglo XIX elegí una obra representativa del Romanticismo, Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del Duque de Rivas. Del XX las elegidas fueron Bodas de sangre (1933), de Federico García Lorca, y Salvajes (1997), de José Luis Alonso de Santos. En lo que se refiere a este XXI, la selección recayó en Los niños perdidos (2006), de Laila Ripoll, a la que dedicaré otra entrada, más adelante, y La paz perpetua, de Juan Mayorga.
Cuando estamos a punto de votar en unas elecciones europeas, me ha parecido oportuno dedicar una líneas a esta obra de Juan Mayorga que, como otras del autor, toma como punto de partida un texto filosófico, La paz perpetua (1795) de Inmanuel Kant, si bien la obra de Mayorga no se plantea exactamente a Europa como escenario -puede decirse que, en realidad, Kant tampoco-, sino esta aldea global. También cabe decir que la obra de Mayorga fue el resultado del encargo de Gerardo Vera de escribir una obra sobre el problema del terrorismo actualizado en aquel momento por los atentados del 11-M.
Para tratar un problema tan complejo, Mayorga decidió abordarlo a través de una fábula -como ya hiciera en Palabra de perro (2009) y Últimas palabras de Copito de Nieve (2009)-, protagonizada por tres perros, los mismos animales que protagonizan el diálogo del coloquio cervantino que adaptó libremente en 2009.
Como señala Manuel Barrera Benítez en la introducción a edición realizada para KRK de La paz perpetua (2009, 14-15)
Como señala Manuel Barrera Benítez en la introducción a edición realizada para KRK de La paz perpetua (2009, 14-15)
Mayorga, en una «vuelta de tuerca», dispone que los actores se animalicen para expresar no tanto la parte animal del hombre, sino fundamentalmente para desentrañar, en una extraña pero eficaz mecla de ilusionismo y distancia, la esencia de lo humano, incluido su comportamiento animal o la degradación a la que con frecuencia es sometido y somete, ahondando en el contraste que se produce entre la humanización del animal y el hombre deshumanizado.
Montaje de La paz perpetua, de la TNC. |
En este caso, a través del conflicto planteado entre tres aspirantes, Odín, Enmanuel y John-John que deben enfrentarse a una serie de pruebas
que les propone un perro experto, Casius, para seleccionar al más
adecuado para entrar al servicio del humano, Juan Mayorga nos enfrenta a
un caso límite, el del terrorismo y el de la tortura ejercida por el
estado, de modo que aquí, poder y violencia se entrecruzan para
devolvernos el lado más deshumanizado, «más animal», del ser humano.
Resulta evidente que La paz perpetua sitúa al terrorismo como la mayor amenaza para la democracia, el peligro que más nos aleja de la paz utópica planteada por Kant, pero también lo es que, en general, cualquier violencia racial o religiosa –¿en nombre de qué se combate ahora en las calles de Crimea?– está poniendo en peligro la construcción de Europa, por eso, entre otros motivos, es tan importante concienciarse de la necesidad de implicarnos en nuestra paz presente y futura, de implicarnos en Europa. La pregunta que nos plantea Mayorga es: ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para salvaguardar esa paz?, ¿cuáles son los límites que no estamos dispuestos a rebasar? Y yo me pregunto, dejar naufragar a milles de inmigrantes entra dentro de los «daños colaterales» que estamos dispuestos a soportar?
Curiosamente hoy El País publica la noticia de que Juan Mayorga ha reunido su obra en una antología:
ResponderEliminarhttp://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/16/babelia/1400253535_818447.html