El capítulo XXX es, sin lugar a dudas, uno de los momentos clave de la obra. La tragedia está a punto de desplomarse y el reloj de la catedral lo anuncia.
La costumbre inveterada de la caza va a verse sacudida de forma inesperada, pero ¿qué ocurre con el chocolate?:
Sí, es una de las cuestiones que queda en el aire ¿por qué Quintanar es enemigo mortal de esta bebida?, ¿acaso la relaciona con los curas?
Eso parece y, sin embargo, en el capítulo XXVII, el matrimonio se reunía a las ocho de la mañana para tomar el chocolate en el invernáculo, mientras disfrutaban de su estancia en el Vivero de los Vegallana. Quizás sea una concesión de Quintanar para con su Anita, con ánimo de contribuir a su restablecimiento en ese mes de mayo. Quizás algún lector pueda ayudarme a esclarecer este misterio chocolatero.
La costumbre inveterada de la caza va a verse sacudida de forma inesperada, pero ¿qué ocurre con el chocolate?:
-No
hay duda, es muy temprano. No es hora de levantarse los criados
siquiera. ¿Pero entonces? ¿Quién me ha
adelantado el reloj?... ¡Dos relojes echados a perder en dos
días!... Cuando entra la desgracia por una casa...
Don
Víctor volvió a dudar. ¿No podían
haberse dormido los criados? ¿No podía aquella
escasez de luz originarse de la densidad de las nubes? ¿Por
qué desconfiar del reloj si nadie había podido tocar
en él? ¿Y quién iba a tener interés en
adelantarle? ¿Quién iba a permitirse semejante broma?
Quintanar pasó a la convicción contraria; se le
antojó que bien podían ser las ocho, se vistió
deprisa, cogió el frasco del anís, bebió un
trago según acostumbraba cuando salía de caza aquel
enemigo mortal del chocolate, y echándose al hombro el saco
de las provisiones, repleto de ricos fiambres, bajó a la
huerta por la escalera del corredor pisando de puntillas, como
siempre, por no turbar el silencio de la casa. «Pero a los
criados ya los compondría él a la vuelta.
¡Perezosos! Ahora no había tiempo para nada...
Frígilis debía de estar ya en el Parque
esperándole impaciente...».
-Pues señor, si en efecto son las ocho no he visto
día más obscuro en mi vida.
Llegó Quintanar al cenador que era el lugar de cita...
¡Cosa más rara! Frígilis no estaba allí.
¿Andaría por el parque?... Se echó la escopeta
al hombro, y salió de la glorieta.
En
aquel momento el reloj de la catedral, como si bostezara dio tres
campanadas.
Sí, es una de las cuestiones que queda en el aire ¿por qué Quintanar es enemigo mortal de esta bebida?, ¿acaso la relaciona con los curas?
Eso parece y, sin embargo, en el capítulo XXVII, el matrimonio se reunía a las ocho de la mañana para tomar el chocolate en el invernáculo, mientras disfrutaban de su estancia en el Vivero de los Vegallana. Quizás sea una concesión de Quintanar para con su Anita, con ánimo de contribuir a su restablecimiento en ese mes de mayo. Quizás algún lector pueda ayudarme a esclarecer este misterio chocolatero.
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