El régimen totalitario imponía pues el vocabulario guerrero
en circunstancias de paz y no admitía matices:
toda persona diferente era un enemigo, al que era legítimo,
incluso loable, exterminar como a una cucaracha.
Tzvetan Todorov, El miedo a los bárbaros.
Los niños perdidos de Laila Ripoll es una de las obras que componen la «Trilogía de la memoria». Como ha explicado su autora en alguna ocasión, esta obra apenas se ha representado fuera de Madrid debido -asegura su autora- a presiones políticas.
Fuente. Madrid Teatro |
Tuvieron que recurrir a los escasos testimonios que lograron encontrar, entre ellos el de la madre del actor Mariano Llorente, que daba vida a Tusa, y otro al de Carlos Giménez, autor de historietas como Paracuellos y Auxilio Social.
La autora, nieta de republicanos exiliados, reclama su derecho a saber y la necesidad de dar voz a los más débiles. En este caso, Laila Ripoll prefiere recurrir a la de los niños Cucachica, Marqués, Lázaro y Tuso, que se reúnen en el desván de un orfanato dirigido por monjas, de las que solo conocemos a la Sor, para dar rienda suelta a sus miedos y a su miseria. Todo ello en un mundo propio y a la vez compartido, el de los juegos.
La obra está presidida por una cita de la obra Purgatorio, de W. B. Yeats, que nos ofrece una pista para interpretar correctamente lo que sucede:
... porque es todo
un ensueño en la mente de mi madre,
que, por estar ya muerta,
sola también está con los remoridimientos.
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