Al hablar de Espronceda, que él considera el tercer genio del Romanticismo, señala:
«El otro eminente poeta y corifeo del romanticismo ha sido
Espronceda. Espronceda, menos fecundo que Zorrilla y que el duque de Rivas,
pero más apasionado. Sus versos, cuando son de amores, o cuando la
ambición o el orgullo le conmueven, están escritos con sangre del
corazón: y nadie negará que este corazón era grande. En
él se abrigaban pasiones vehementísimas y sublimes. Espronceda,
con pensamientos de ángel, | |||
con mezquindades de hombre, |
hubiera sido más que Byron, si hubiera
nacido donde, y como Byron nació. Espronceda no podía escribir
para ganar dinero, alumbrado por una vela de sebo, y en una mesa de pino. Como
todo hombre de gran ser, que camina por el mundo sin la luz de una esperanza
celeste, necesitaba Espronceda vivir, gozar y amar en el mundo: y
los deseos no satisfechos pervirtieron y ulceraron su corazón, que era
bueno, y el abandono de su juventud y los extravíos consiguientes
llenaron su alma de ideas falsas y sacrílegas. Mas a pesar de todo, la
bondad nativa, la ternura delicada de su pecho y el culto y la devoción
respetuosa con que se inclinaba Espronceda ante lo hermoso y lo justo, y con
que adoraba y se confiaba en la amistad y en el amor, brillan en sus acciones
como en sus versos».
Pero Valera tiene que esforzarse en contrarrestar la idea de que Espronceda no es un simple imitador de Byron.
«Dicen los envidiosos que Espronceda no hace sino imitar a Byron. Yo
confieso que le imita en algunas digresiones de
El Diablo-Mundo, en el canto del
Pirata, y en la carta de doña Elvira, de
El Estudiante de Salamanca, que es casi una
traducción de la de doña Julia».
Aun cuando puedan señalarse algunas concurrencias entre una y otra obra, y no creo que el ejemplo de la carta lo sea, salvo la utilización de este recurso dramático y la alusión a las lágrimas que puedan encontrarse en la misma. Lo cierto es que en opinión de Valera, la profundidad del carácter de Félix de Montemar, y, particularmente, la de Elvira es en todo original y de mayor calado:
«[...] estos envidiosos no
comprenden o no quieren comprender que D. Félix de Montemar no
está tomado de Byron, y vale tanto o más que los héroes de
Byron; así como doña Elvira vale más que Medora y que
Gulnara, cuando va loca de amor procurando en el jardín al traidor que
la olvida, y cuando muere de dolor entre los brazos de su madre, bendiciendo
aún la mano que la ha herido de muerte».
Valera alude aquí a los Cantos II y III de El Corsario, de
Byron. «En dicha obra, Conrado
cae en poder de Seïde, el bajá turco. Gulnara se
enamora de Conrado, pero éste recuerda todavía a
Medora, a la que cree muerta, lo que provoca los celos de la
Sultana. El recurso a la mano de la Sultana aparece también
en El Corsario, en la Stanza XII del Canto II. En la obra
de Byron, Gulnara apuñala a
Seïde y libera a Conrado. Tras la muerte de Medora, Conrado se
marcha solo». (Cf., «Valera y Byron», en antonio Hurtado, Poesía y paráfrasis).
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