Como para tantas cuestiones relacionadas con el siglo XIX, se hace necesario recurrir a los artículos de Larra, que en «Horas de invierno» (1836) anotaba al preguntarse por su público:
«¿Son las academias, son los
círculos literarios, son los corrillos noticieros de la Puerta del Sol,
son las mesas de los cafés, son las divisiones expedicionarias, son las
pandillas de Gómez, son los que despojan, o son los despojados?
¿Será el teatro el refugio de nuestra gloria? ¿El teatro, sin actores y sin público, el teatro nacional, que, por último insulto, para mengua eterna y degradación sin fin del país, es ya una sucursal de la ópera y un llena-huecos para las noches en que está ronca la primera dama?»
Aval de Juan Grimaldi para el ingreso de Larra en el Ateneo. BVMC |
Su mirada crítica recorre todos los rincones en busca de ese público y, al no encontrarlo, al comprobar que sus esfuerzos por lograr la unidad, la paz, y el progreso, decide que escribir, vivir, no merece la pena.
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