José Sanz Pérez[1] había
nacido en Rota el 8 de febrero de 1818 y aunque imprimió la mayor parte de sus
obras en Cádiz, concretamente en la imprenta de la «Revista Médica», residió
constantemente en Madrid. Según cuenta Emilio Cotarelo, en la capital sería
redactor de periódicos como El Universal –con bastante asiduidad desde
1867- y, por sus estudios literarios, llegó a ingresar en el Cuerpo de Archivos
y Bibliotecas, donde logró ascender hasta jefe del Archivo Histórico Nacional,
cargo que ostentaría hasta su repentina muerte el 28 de enero de 1870[2].
Cuando José Sanz
Pérez irrumpe en la escena con sus piezas andaluzas, a mediados de la década de
los cuarenta, el andalucismo teatral había iniciado su andadura de la mano de
Tomás Rodríguez Rubí, que escribió dramas y comedias de ámbito andaluz. No obstante, es el ingenio fecundo del gaditano el que
pone en boga el género andaluz. El éxito le llegó con la representación en
Madrid de La flor de la canela, saludada
por los críticos por su sal, y por pertenecer a un «género popular, pero
literario», y constituirse en «término medio entre nuestros antiguos sainetes y
los vaudevilles franceses».
Igualmente conviene tener también en cuenta que en estas fechas sigue viva la tradición del baile nacional, andaluz más concretamente, que Juan Ignacio González del Castillo había incorporado a la escena. Una ojeada a la cartelera gaditana que se publica de forma prácticamente ininterrumpida desde 1802 en las páginas, por ejemplo, del Diario Mercantil, puede evidenciar este hecho y así, en estos primeros años del siglo, vemos asomarse por la escena el bolero, las sevillanas corraleras, pero también el ole, el zorongo, o el jaleo, entre otros bailes[1] que van a ser, tanto o más que el propio aire musical, uno de los principales causantes del éxito del género andaluz.
Igualmente conviene tener también en cuenta que en estas fechas sigue viva la tradición del baile nacional, andaluz más concretamente, que Juan Ignacio González del Castillo había incorporado a la escena. Una ojeada a la cartelera gaditana que se publica de forma prácticamente ininterrumpida desde 1802 en las páginas, por ejemplo, del Diario Mercantil, puede evidenciar este hecho y así, en estos primeros años del siglo, vemos asomarse por la escena el bolero, las sevillanas corraleras, pero también el ole, el zorongo, o el jaleo, entre otros bailes[1] que van a ser, tanto o más que el propio aire musical, uno de los principales causantes del éxito del género andaluz.
En este sentido, creo que resulta muy
interesante analizar una modalidad específica que se inserta dentro del género
andaluz, me refiero a las piezas de costumbres gitanescas que también desatan
el rechazo incluso de algunos críticos gaditanos que acusan a las compañías de
que con su insistencia en representar repetidamente este tipo de piezas,
pretenden –según Cañete- «hacer desear los juguetes gitanos», en los que están
especializados algunos actores y actrices[4].
No fiarse de compadres (1848) es la primera que lleva por subtítulo el de «pieza de costumbres gitanescas»; pero es en su ópera El tio Caniyitas o el Mundo Nuevo de Cádiz – cuyo título y localización tal vez no casualmente recuerda al sainete de González del Castillo, La boda del Mundo Nuevo[5]- donde lo gitano cobra mayor prestigio como motivo literario.
Sus imitadores, al decir de la crítica madrileña,
hicieron abortar el género, que derivó en un aluvión de andaluzadas que siguió,
no obstante, gozando del favor popular, especialmente en el caso de Sanz Pérez
cuyas piezas fueron aplaudidas y editadas y reeditadas en Andalucía y
Madrid [6] (*).
No fiarse de compadres (1848) es la primera que lleva por subtítulo el de «pieza de costumbres gitanescas»; pero es en su ópera El tio Caniyitas o el Mundo Nuevo de Cádiz – cuyo título y localización tal vez no casualmente recuerda al sainete de González del Castillo, La boda del Mundo Nuevo[5]- donde lo gitano cobra mayor prestigio como motivo literario.
Fuente: Manuel Ruiz Lagos |
(*) «José Sanz Pérez y el andalucismo teatral del siglo XIX», en Manuel García: de la tonadilla
escénica a la ópera española (1775-1832), Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Cádiz, Cádiz, pp. 87-106.
[1] Cf.,
Emilio Cotarelo y Mori, Historia de la Zarzuela o sea el
drama lírico en España, desde su origen a fines del siglo XIX, Ediciones
del Instituto Complutense de Estudios Musicales, Madrid, 2000, pág. 299, n. 1.
[2] A
pesar de que como señala Cotarelo imprimió la mayor parte de su producción en
Cádiz, varias de sus obras gozaron del éxito suficiente como para que se
reimprimieran en Madrid: ¡Andújar!
comedia en tres actos y en verso (Cádiz, 1849) se imprimió en el Establecimiento Tipográfico de E.
Cuesta en 1881, En toas partes cuecen habas (1848) en el Establecimiento
Tipográfico de M. P. Montoya y Cía; Marinos en tierra, en la Imprenta de
José Rodríguez en 1870, 1872 y 1878, y en el Establecimiento de Montoya en el
1882; El tío Caniyitas (Cádiz, 1849), en la de José Rodríguez en 1864, y
1877.
[3] Si
realizamos un repaso por la cartelera de estos años, podemos comprobar que,
efectivamente, las boleras dan fin a la función del teatro gaditano de 4 de
noviembre de 1805, tras la representación de una comedia de Tirso de Molina, El
castigo del pensé qué, mientras el día anterior se había puesto en escena
en el mismo teatro, «en obsequio de los días de la Excma. Sra. Esposa del
Excmo. Sr. Gobernador, la comedia nueva en 5 actos, traducida del francés, El
vano humillado, también concluida con la ejecución de unas boleras bailadas
por la Sra. Medina y el Señor García, a lo que seguiría la representación del
sainete La discreta y la boba. El día 2 antes de finalizar la función
con la representación del sainete titulado El matrimonio secreto, le
había tocado turno al baile del zapateado, ejecutado por la Sra. Francisca
Medina; previamente se había puesto en escena la comedia en tres actos, Alexandro
en la india, a la que seguiría la tonadilla a dúo, La pastora inocente.
[5]Juan Ignacio González del Castillo, Sainetes, Cádiz, Oficina de
la viuda de Comes, 1812.
[6] La imprenta de la Revista Médica tenía en 1850 a disposición del público las siguientes obras de José Sanz Pérez:
Chaquetas y fraques, ó cada cual con su cada
cual, pieza de costumbres andaluzas dividida en dos partes.
Los zelos del tio Macaco, en un acto.
La flor de la canela, en un acto.
Juzgar por las apariencias, o una maraña, en dos partes.
Too es jasta que me enfae, en un acto.
En toas partes cuecen habas, en un acto.
Doña Luz y el fontanero, cuento fantástico, dividido en
dos partes [no sabemos por qué se incluye en esta colección].
No fiarse de compadres, pieza de costumbres
gitanescas, 1
acto.
Las ilusiones perdidas, drama en cuatro actos.
El parto de los Montes, capricho trágico
gitanesco, en un prólogo y en un acto, en verso.
Amores de sopeton, comedia de costumbres, en
tres actos y en verso.
El Tio Caniyitas ó el Mundo Nuevo de Cádiz,
ópera cómica española, en dos actos, poesía de José Sanz Pérez y música del
Maestro español D. Mariano Soriano Fuertes.
¡Andújar! comedia en tres actos y en verso.
El que de ajeno se viste..., comedia en un
acto y en verso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario está pendiente de moderación.