La etopeya de la protagonista del relato de Ovejero sirve para introducir la narración, lo que dirige al lector a profundizar en una de las características de su cuentística, el interés por la sicología de los personajes, más allá de la brevedad del género:
Érase una vez una adolescente de un país nórdico de cuyo nombre no hace ninguna falta que nos acordemos. Tampoco merece la pena averiguar cómo se llamaba su ciudad, y ni siquiera sería necesario saber cómo se llamaba la adolescente: era eso, una adolescente, es decir, no era tan feliz y optimista como fingía ser cuando estaba con un grupo de amigos, ni era tan desgraciada como habría parecido cuando se la veía con su familia. Tenía ataques de entusiasmo seguidos de ataques de mal humor. el mundo le parecía un lugar injusto y detestable; el mundo le parecía un lugar maravilloso y lleno de sorpresas que la aguardaban a la vuelta de cualquier esquina. El futuro le daba miedo, o más bien la daba miedo no tener otro futuro que el de los adultos que veía a su alrededor; temía volverse un día como ellos; y por eso mismo sentía mucha curiosidad por el futuro y aun creía que en su caso el destino haría una excepción: ella sería distinta, menos gris, viviría con más intensidad.
Pero volvamos al cuento. La adolescente, llamémosla Sonja para facilitar la narración, había salido a pasear por el campo. Era primavera...
Pero volvamos al cuento. La adolescente, llamémosla Sonja para facilitar la narración, había salido a pasear por el campo. Era primavera...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario está pendiente de moderación.