La lámina de Múgica que inaugura la publicación de esta novela, editada por Guijarro en 1866 representa a una reina medieval que enseña a su hijo mediante la lectura.
Cubierta de La buena madre ilustrada por Múgica (Guijarro, 1866) | . |
Fuente: Archive.org.
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Tal como indica el título, se trata de una crónica novelada de la regencia de Doña María de Molina que, después de reinar junto a su marido Sancho IV, desempeñó la regencia en nombre de su hijo el infante Fernando y luego de su nieto, el futuro Alfonso XI; un nombre de rey que sería continuado, precisamente, por el hijo de Isabel II y Francisco de Asís, a quienes está dedicada esta novela.
No terminan aquí las relaciones entre uno y otro reinado, pues cabe recordar las dificultades que aún rodeaban a Isabel II, combatida por las tropas carlistas en una guerra que parecía renacer una vez tras el alzamiento del general Jaime Ortega en San Carlos de la Rápita en 1860. A ese frente hay que sumar los planes conspirativos de Prim, abortados a principios de 1866 con el subsiguiente exilio del general y el fusilamiento de algunos de los que se habían amotinado en Villarejo de Salvanés.
En la novela de Fernández y González, María de Molina, como ya lo hiciera siglos atrás Tirso de Molina, y más recientemente, Mariano Roca de Togores, es presentada como modelo de mujer, madre y reina, por su prudencia, moderación, clemencia, honestidad y confianza en Dios.
Sin embargo, además del ingrediente histórico-político, no falta el puramente novelesco que entreteje diversas historias amorosas, pero también una aventura, la de un personaje ficticio, Zayda Fátima, que cuenta, por otra parte, con apoyatura real en Fatima bint al-Ahmar, sultana nazarita hija de Muhammd II, a quien Fernández y González, la imagina convertida al cristianismo y pidiendo amparo a María de Molina, tras haber sido raptada por el infante don Juan Manuel.
Zayda Fátima, travestida como Águila Roja. |
Por si fuera poco, Fátima huirá nuevamente para evitar a los pretendientes que la acosan en la corte de doña María y, a este fin, decidirá travestirse en el caballero del Águila Roja, iniciando nuevas y arriesgadas empresas bajo este nombre, tanto en el campo de batalla como en un terreno sentimental de ambigua significación.
María de Molina, por su parte, conseguirá, no sin trabajos y riesgos, mantener el poder para su hijo, pero verá que, a pesar de sus desvelos, el joven Fernando heredará el carácter impulsivo e irascible de su padre, lo que finalmente le granjeará la muerte y, de nuevo, convertirá a doña María regente, esta vez en nombre de su nieto, tras la muerte también de su otro hijo, el infante don Pedro, tutor del niño.
En fin, una novela histórica original, con muchas lecturas y donde la mujer y sus relaciones con el poder ofrecen interesantes representaciones, que tienen mucho que ver con la reciente —y no tan reciente— historia de España, tal como he intentado explicar en un reciente artículo publicado en la estadounidense revista Crítica hispánica
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