Cuando escribí hace unos años acerca de «El duende, el vampiro y el redivivo», de Feijoo, desconocía la existencia de esta entrada sobre los «Vampiros» en el Diccionario filosófico (1764) de Voltaire, y que ahora he podido leer en la traducción publicada por el editor valenciano F. Sempere en 1901, que ofrece el proyecto Filosofía en español. Como se recoge en esa misma web, la obra había sido ya traducida al español en 1825 por C. Lanuza y publicado en Nueva York.
Lo curioso es que Voltaire, como ya había hecho Feijoo en 1753, parte para su artículo del libro del teólogo benedictino francés, Agustin Calmet, en 1746, para, en una prosa bastante más directa, llegar a la misma conclusión que el benedictino español. La creencia en los vampiros está directamente relacionada con la de los brucolacos en Grecia, pero mientras Feijoo concluye su larga disertación arremetiendo finalmente contra los griegos por la práctica cruel del empalamiento como modo de eliminar a los vampiros, Voltaire cierra su entrada con una irónica alusión a los jesuitas, a quienes atacaba sistemáticamente y de alguna manera identificaba con una especie de chupópteros, como luego se encargaría de recordar Fernando Garrido en su ¡Pobres jesuitas!.
Traducción al español de C[ayetano?.] Lanuza |
Lo curioso es que Voltaire, como ya había hecho Feijoo en 1753, parte para su artículo del libro del teólogo benedictino francés, Agustin Calmet, en 1746, para, en una prosa bastante más directa, llegar a la misma conclusión que el benedictino español. La creencia en los vampiros está directamente relacionada con la de los brucolacos en Grecia, pero mientras Feijoo concluye su larga disertación arremetiendo finalmente contra los griegos por la práctica cruel del empalamiento como modo de eliminar a los vampiros, Voltaire cierra su entrada con una irónica alusión a los jesuitas, a quienes atacaba sistemáticamente y de alguna manera identificaba con una especie de chupópteros, como luego se encargaría de recordar Fernando Garrido en su ¡Pobres jesuitas!.