Como bien explica Carmen Pinedo en su interesante y documentado blog, en el siglo XVIII y comienzos del XIX las exhibiciones pictóricas
no siempre tenían lugar en espacios particularmente diseñados para la
exposición de cuadros, sino que con frecuencia compartían espacio con la
manifestación de otro tipo de espectáculos.
Las salas, por lo regular, eran pequeñas y generalmente eran en realidad espacios multiusos que eran alquilados por distintos exhibidores y demostradores de física, mecánica o destreza —juegos de manos— o suertes de adivinación, lo mismo que para la proyección de fantasmagorías y otras de linterna mágica.
Algunas de las más conocidas desde comienzos del XIX estaban situadas en la madrileña calle Caballero de Gracia. Así, el Diario de Madrid, avisa que el responsable del local «manifiesta» unas «vistas ópticas» entre las que se incluyen retratos de personajes bíblicos y de distintos momentos de la vida de Cristo, lo mismo que perspectivas de diferentes escenarios.
Otro local en la misma calle exhibe, entre unas demostraciones de física, los edificios singulares de Europa y los retratos de sus soberanos.